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Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.

PSYCHOLOGIST PAPERS
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Dissemination: January 2024
  • Frequency: January - May - September
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electronic: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1987. Vol. (32).




ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE PROBLEMAS DEONTOLÓGICO

JOSÉ LUIS PINILLOS

Muchas gracias al Comité Organizador del Colegio y a todos vosotros. La verdad es que me encuentro aquí muy a gusto, aunque lo que tenga que decir probablemente no sean más que sugerencias para una posible reflexión sobre los problemas deontológicos que os preocupan.

Dos cosas, en primer lugar, a propósito de lo que decía el profesor Camarero hace un momento, cuando daba una explicación del retraso en la realización de estas Jornadas. El tiempo personal pasa muy despacio en relación al tiempo histórico. Yo estaba acordándome de lo que tardaron en consolidarse los colegios profesionales, por ejemplo el de Arquitectura, el de Ingenieros Industriales, que fueron decenios y decenios. Ahora, el hecho de que haya habido unos años de retraso en el Estatuto, etcétera, realmente no significan gran cosa en la marcha histórica de estos problemas, sino más bien que la Psicología va muy ,deprisa -ya no sé a veces si ,demasiado deprisa, aunque a nosotros nos parezca que vaya despacio-. Yo no repararía demasiado en eso. Quizá es bueno que las cosas se sedimenten un poco antes de dar un paso tan importante como éste, porque lo que evidentemente no es bueno es estar rectificando las cosas a cada momento. Más vale que se mediten y que salgan a su tiempo y luego duren un poco, que no que estén instantáneamente rectificándose en cosas tan importantes como son, además, la ética, la deontología, los deberes de la profesión. El cambio excesivo de las normas ,lleva como resultado, generalmente, el que no se cumpla ninguna. En efecto, si las normas son de tan poca duración, de tan poca entidad, ¿para qué cumplirlas? Tienen que tener una cierta entidad, una cierta estabilidad, pues si no lo mismo que son éstas podrían ser otras, lo que equivale a que todas se desprecien. De manera que quizá ha sido afortunado, incluso, este retraso que lamentabais.

La otra cuestión que quería recoger es la relativa a la importancia del Colegio. Pero no sólo la importancia para los psicólogos (el tener un Colegio que ponga unas normas, que defina unos intereses, que organice las cosas), sino también la importancia social que va tomando la Psicología porque gran parte de los problemas que antes eran estricta o principalmente económicos y materiales, no es que hayan dejado de ser económicos y materiales, pero se van psicologizando cada vez más. Quizá esta sea la cuestión. La sociedad, la nuestra y todas las sociedades, se van psicologizando, es decir, los problemas y la realidad psicológica de los problemas es cada vez mayor. Voy a poner un ejemplo concreto. He tenido ocasión últimamente de intervenir en una investigación sobre la reconversión industrial. Los problemas materiales de la clase obrera y de los afectados por la reconversión naval están mucho más resueltos de lo que parece, o de lo que lo hubieran estado hace tiempo. Lo que pasaba cuando yo era joven -claro que de eso hace infinidad de años, hace cuarenta años, o casi cincuenta- no tiene comparación con lo de ahora. Entonces, los problemas que tenían los obreros, eran problemas de subsistencia, de vida o muerte, pero de vida o muerte de tipo material, de auténtica hambre, miseria. Y los problemas de hoy, que también los hay graves, son por lo general distintos, son en gran medida problemas psicológicos, problemas sociales, derivados de que una persona no se siente satisfecha, se siente marginado, frustrado, se encuentra sin un trabajo que hacer, etcétera. Problemas muy importantes, muy graves también, donde lo psicológico interviene profundamente. En concreto, gran parte de los problemas que tuvo el Gobierno con la cuestión de la reconversión naval se debieron a falta de una información y de tratamiento psicológico acertado. Espero que las próximas acciones, si las hay, se intenten teniendo en cuenta más la aproximación psicológica a los problemas. Esto es enormemente importante, también desde el punto de vista económico, y desde la perspectiva del sufrimiento de las personas y de la solución efectiva de los problemas.

De modo que todo eso requiere una profesión que tenga una credibilidad y una ejecutoria ética. Naturalmente, siempre habrá cosas que estén mal, siempre habrá psicólogos que cometan errores. Pero lo que cuenta es que frente a esos defectos inevitables, existan también unas normas, unas pautas, unos lugares adonde mirar, unos niveles que den el tono de la profesión, en medida moral y profesional. Un "senado" que dé la confianza, como acontece en la Medicina o lo tienen otras instituciones.

La profesión es importante para nosotros, para los compañeros y, quizá, más importante que para nosotros es para la sociedad, de la que han desaparecido o se han debilitado otras instancias que antes ordenaban estos problemas y ahora no tienen vigencia. Y esa función corre ahora a cargo nuestro, de modo que la imagen y la realidad de la Psicología debe crecer y tener más entidad y consolidarse, no sólo por ella misma, sino sobre todo, por la función a la que tiene que servir. Creo que eso es objetivamente real y enormemente serio, y justifica más que sobradamente los esfuerzos que estáis haciendo por ordenar deontológicamente la profesión.

Quería agregar también otras reflexiones a propósito fundamentalmente de otros dos problemas, más: de una parte están los problemas de adaptación de la práctica clínica, de la adaptación a la sociedad establecida, a la sociedad sana; por otra, están los problemas de relación con el poder, con la Administración, con el poder político y con el poder de las instituciones; es decir, con los poderes que se ejercen en la vida real. Creo que son cuestiones no para considerarlas directamente en el Código, que tiene que tener especificaciones muy precisas y cosas muy concretas, pero sí importantes. Ahora me referiré principalmente a los problemas de la relación con los poderes generales de la sociedad.

Uno, quizá, podría sorprenderse al oír hablar de la Psicología y el poder. Quizá estéis pensando ¿de qué poder se nos habla? Si se habla del poder de la Medicina, pues si, los médicos tienen poder, bastante poder. Yo recuerdo una ponencia que le oí a Diego Gracia, el historiador de la Medicina, este otoño en San Cugat, donde se habló también de la Psicología y el poder, de la Sociología y el poder, de la Medicina y el poder. Y efectivamente, los médicos han tenido y tienen y tendrán siempre un poder, mayor o menor según las relaciones con las instituciones, etcétera, pero tienen un poder real y efectivo.

De los psicólogos podríamos pensar que también tienen poder, al fin y al cabo llevamos dos ministros de Educación que son sociólogos. Si no la Sociología, los sociólogos sí tienen el poder de llegar a ser ministros, cosa que no ha ocurrido nunca con ningún psicólogo. Los psicólogos no tenemos nada parecido. La Psicología y los psicólogos apenas tenemos poder de decisión; si acaso, tenemos alguno en zonas muy restringidas, muy pequeñas, de actuación; pero nada más.

En cambio realizamos unas actividades que sí han alcanzado en los últimos veinte o veinticinco años un gran poder instrumental de configuración de la sociedad, y de intervención en la sociedad. A partir de Skinner y el conductismo, la Psicología se ha convertido en un poder social efectivo, lo malo, dicho sea de pasada, es lo que ha dado un cierto estatuto distinto del que tenía antes, cuando se limitaba a los tests, etcétera. Y ese poder es eficaz, mucho más eficaz de lo que pensábamos. Quizá no es tan eficaz en la terapia como en otras cosas, pero lo es, y mucho, en la publicidad, en las campañas informativas y, sobre todo, en las desinformativas. Estos días estoy realmente impresionado y casi sobrecogido leyendo un libro realmente serio sobre la desinformación, que es una fuerza realísima y efectiva en la sociedad actual.

Ahora bien, en la medida en que el psicólogo carezca de poder de decisión, que carezca de poder, pero la Psicología, en cambio sea un poder, corremos el riesgo evidente de ser instrumentalizados. Lo cual plantea problemas deontológicos gravísimos a las personas y a la profesión.

Este es uno de los aspectos sobre el que me gustaría que reflexionásemos un poco. No sé yo cómo eso se puede incorporar aquí. Quizá ni siquiera sea necesario, pero lo que sí es importante es que esté en la conciencia del Colegio mismo, es decir, de las personas que componen el Colegio, del cuerpo social del Colegio, porque es un problema real. Porque siempre hay un poder y ese poder nunca es científico.

El otro punto sobre el que quería comentar algunas cosas, me parece más traído y llevado que el anterior, y frente al que se puede defender mejor el psicólogo. Es el problema del papel de la adaptación de la terapia, y hasta qué punto la adaptación a una sociedad insana es éticamente justificable. ¿Hasta qué punto la supresión, la superación de la terapia, la curación de trastornos y la recuperación de un cierto equilibrio, una cierta paz interior o de una normalidad de conducta, se logra a partir de renuncias y sacrificios éticos o costos éticos?

Quisiera recordar un punto respecto a esta cuestión que se trató mucho en los años sesenta y setenta. Se hizo una crítica de la psicología burguesa diciendo que lo que había que hacer era reformar la sociedad, y no interpretar la adaptación como un reflejo pasivo, lo que había que cambiar eran las estructuras que producían los problemas, en lugar de hacer al individuo la parte débil del asunto, la variable dependiente y acomodar el individuo a las estructuras. Con gran ingenuidad y tal vez con algo de malicia política, que siempre hay en estas cosas, se planteaba la cuestión así: lo que hay que hacer es reformar las estructuras y los pacientes en lugar de ser pacientes, deberán ser agentes que modifiquen las cosas.

La primera cuestión que hay que decir al respecto, es que el hecho de que haya adquirido la Psicología la posibilidad de controlar las conductas no significa que todo el control sea manipulativo.

Una vez dicho esto, podemos preguntarnos hasta qué punto es legítimo intervenir para controlar la conducta ajena. Como decimos, hay dos clases muy distintas de control. Un control que es claramente manipulativo y en ese sentido es claramente ilegítimo, es difícil de legitimar. Y un control curativo a petición de parte, a petición de las personas, de los interesados o de personas que les puedan representar. Aquí no encuentro ilegitimidad ninguna, o por lo menos me parece difícil de acusar de ilegitimidad a una intervención que tiene por misión devolver la funcionalidad natural a los sujetos, es decir, una intervención de tipo emancipador. Hay que distinguir perfectamente la intervención emancipadora -y no quiero pronunciar la palabra liberadora porque tiene connotaciones políticas- de la manipuladora. Y hay que declarar que la primera de ellas tiene tanta legitimidad, tiene tanto alcance como tuvo la empresa de la Ilustración, pues el desarrollo de la razón representaba la emancipación del hombre de alguna manera. En la Ilustración habría mucha utopía, pero de la Ilustración estamos viviendo. De manera que el desarrollo de la razón me parece emancipador en el mejor de los sentidos, y el desarrollo de una terapia que devuelva al individuo un equilibrio emocional y unas capacidades cognitivas, una capacidad de decisión, una estabilidad y una funcionalidad, es una actividad espléndida.

Llevando la casa a un terreno más pedestre, si una persona viene a pedir que se le libre de una obsesión o de una fobia y el psicólogo consigue extinguir esa fobia o sacarle de una depresión, ya me diréis qué es lo que hay de ilegítimo y de inmoral en esto. A mí, el empeño me parece altísimamente moral, respetable, noble. Los modelos de intervención siempre están encaminados a devolver, elevar, la funcionalidad, o emancipar a los sujetos que sean a petición de parte, de ellos o de las personas que les representan legalmente con títulos para hacerlo. Esta intervención está totalmente fuera del alcance de esas posibles críticas acerca del carácter manipulativo de la psicología como una ciencia de derechas. Ni es de derechas ni es de izquierdas, ni es del centro. Es un saber, una praxis curativa, que contribuye a devolver la salud mental a quienes la han perdido. Ese es uno de los problemas que probablemente nos va a llevar más trabajo. Es decir, determinar qué es lo que se puede entender por salud mental. No es fácil. Por lo pronto, entiendo que se trata de una funcionalidad "aceptable", esto es, que permite establecer buenas relaciones con los demás, que ser productivo en el trabajo, feliz en el amor, etc., y a esa funcionalidad se le puede llamar tal vez "normal".

Quisiera llamar la atención en este punto sobre un aspecto que me parece importante en la cuestión de la funcionalidad y de la salud mental. Como saben es un tema enormemente debatido y difícil de llegar a un acuerdo en él. Hay formas de creatividad humana o de emancipación humana, de liberación humana, que probablemente tienen un coste psíquico que hay que aceptar. El sufrimiento psíquico y una cierta "anormalidad" psíquica pueden compensarse por lo que el sujeto logra de ellos. Los grandes creadores en el arte, la religión, la política, probablemente han hecho sus logros para la humanidad y han contribuido a la emancipación, probablemente suya y de la humanidad, a base de sufrir una cierta disfuncionalidad psíquica, un poco dramática o un poco patológica a veces. A veces hay que sudar sangre, sufrir grandes tensiones, pagar coste psíquico grande para hacer algo que merezca la pena. Y eso también hay que tenerlo presente a la hora de valorar la conducta. Aquella crítica que se le hacía a la psicología burguesa, de una adaptación pánfila, etcétera, contiene realmente un punto de verdad, en este sentido. Las relaciones de la psicología con la ética, con lo que se debe hacer, son difíciles, y a veces pueden suponer una cierta alteración psíquica. Es un tema que merece reflexión por parte de los psicólogos.

Por lo demás, la idea de que hay que reformar las estructuras, que éstas no deben generar problemas, que el psicólogo pueda contribuir a diseñar culturas no generativas de problemas en lugar de limitarse a apagar los fuegos que producen las estructuras, me parece bastante correcta. El psicólogo debe tener como meta el sentarse a la mesa donde se deciden cuestiones que afectan a la salud psíquica y al comportamiento de la gente, en lugar de que se le llama a toro pasado para que resuelva los problemas que han planteado otros. Esa es una reivindicación que tenemos que hacer. Yo en la medida modestísima en que puedo lo estoy haciendo y he ido a sentarme a mesas donde se trata de cosas que parecen a veces raras, para un psicólogo, muy alejadas de la psicología. Voy a cosas como esto de la reconversión naval, o jurados de arquitectura. Pero es que los psicólogos deben estar presentes en la concepción urbanística de las ciudades, en el diseño de los planes y de las operaciones de los programas de acción social, para ver los problemas que estas cosas desencadenan desde el punto de vista psíquico.

Hay una idea que se maneja muy alegremente, la idea de que estos efectos sorprendentes y negativos de los programas de acción social, o de las medidas que toman los Gobiernos son siempre imprevisibles. No es verdad. Aproximadamente el 50% de las repercusiones no deseadas que producen las medidas sociales son previsibles, lo que pasa es que no se prevén, porque no se consulta a los expertos. No todas las consecuencias son previsibles, desde luego, pues en la vida hay un elemento imprevisible, pero muchas sí son previsibles. Una de las cosas que se podía haber previsto en la reconversión naval es el tipo de información que se daba a los afectados, que no debía de haber sido la habitual que sirven los medios de información social de la TV (que son muy poderosos, pero para otras cosas). Estas cosas las saben los psicólogos, como ocurre con el urbanismo. De hecho, hay muchos problemas psíquicos que plantea, por ejemplo, arquitectura escolar. Y por ello es en la confección de las escuelas donde se debería de estar. Lo cual, por otra parte, no es ningún descubrimiento. En la época de la República, y antes de la República, hubo una arquitectura escolar psicosociológica; no se llamaba así, pero era eso. Los arquitectos -uno de ellos era Antonio Florez, y otro era Bernardo Giner de los Ríos-se preocuparon de en qué medida la arquitectura escolar influía en el comportamiento de los alumnos y los profesores. Eso hoy se sabe quizás con más detalle que entonces, pero parece que los gobernantes lo han olvidado. Eso es una de las reivindicaciones de un Colegio, que naturalmente implica todo este código deontológico, una seriedad, un prestigio, etcétera.

Ese es uno de, los problemas al que me quería referir, la legitimidad de la intervención, las formas de la intervención y la importancia de la intervención en un mundo cada vez más psicologizado. Creo que es muy importante y que justifica la importancia que debe darse a la deontología.

La Psicología está en todo, es uno de nuestros problemas, lo que no está es del todo. La psicología nunca lo es todo, pero incide sobre todos los humanos, porque a la postre todo lo hace el hombre.

La obligación moral del psicólogo es poner al sujeto en lugar de decidir por sí mismo. Ese es el elemento justificativo de la intervención psicológica. Intervenir en un sujeto para hacerle dueño de sí, para que sea él quien, en plenitud de facultades, pueda decidir por sí mismo qué es lo que quiere hacer, si efectivamente luchar contra las estructuras o acomodarse a ellas. Creo que esta es una legitimización ética del esmero que hay que poner en el código que estáis elaborando.

Ahora bien, y paso al segundo punto, eso es más fácil de decir que de hacer, porque la decisión que afecta a la manera de adaptarse a la sociedad no depende puramente de factores psíquicos, sino también de factores culturales, educativos, sociales, económicos y, en gran medida, también de la fantasía y de factores de información o de desinformación. La visión que tenemos generalmente sobre los problemas acerca de los cuales hay que decidir, puede ser una visión que no siempre es objetiva, muchas veces está trucada, y todos los gobiernos del mundo y todos los regímenes de izquierdas, de derechas, del Este y del Oeste, tratan de presentar las cosas de la manera que más les conviene.

Como los medios son enormemente poderosos hay una posibilidad grande de manipulación. Manipular la conducta social, la conducta ajena, a través de unas campañas informativas, es algo que se hace todos los días con la ayuda de una serie de principios que en gran parte son psicológicos. Ahí entra la Psicología en acción y eso nos toca muy de cerca. Muchas veces cuando las instituciones llaman a un psicólogo suele ser para que justifique o instrumente lo que se quiere hacer, o para atribuirle las culpas, si las hay, del programa en cuestión. De manera que ahí sí se plantean problemas reales de instrumentación de la psicología por parte de las instituciones, de todas las instituciones que tienen poder. En estos casos el psicólogo que tenga problemas de conciencia deberá poder pedir ayuda al Colegio, porque probablemente es muy difícil mantener la independencia en el aislamiento.

Por último, quisiera llamar la atención sobre un hecho que reposa en gran medida en que pasa desapercibido. Se decía antes que la fuerza del diablo consiste en hacerse invisible, estriba en que la gente crea que no existe. Yo no sé si existe o no, pero, en todo caso, la fuerza de la desinformación consiste en gran medida en que la gente no se apercibe de ella. la desinformación tiene una enorme capacidad para lograr que la gente termine decidiendo por sí misma lo que otros quieren que haga. La cosa es realmente insidiosa, diabólica, o por lo menos, es enormemente sutil. Se trata ni más ni menos que de presentar la información de tal manera que, razonando normalmente, una persona normal termina haciendo lo que otros quieren que haga. Ahí, una parte de la responsabilidad recae sobre los métodos psicológicos y los psicólogos. Forma parte de la psicología y su ética el encontrar un tipo de defensa frente a eso. No digo yo que terapias de inmunización, pero algo parecido, de modo que el sujeto pueda defenderse de esas telas de araña en que nos envuelve a todos la información. ¿Cómo? Pues informando al público de cómo se le desinforma, de cómo se trucan las noticias, etc. Pues en el momento mismo en que la gente se entera de cuál es el truco, el ensalmo desaparece. Porque la defensa frente a la manipulación es saber cómo se hace.

En fin, las relaciones de la Psicología con el poder son importantes; no todo en ellas es negativo, ni muchísimo menos, pero hay aspectos que sí lo son. El poder que tiene medios casi absolutos para instrumentalizar a los psicólogos, y en consecuencia tiende casi inevitablemente, estructuralmente, a usarlos.

La psicología, como todo, como la energía atómica, como la tecnología, es neutral y puede servir para liberar al hombre o para esclavizarlo, para emanciparlo o para someterlo a una manipulación. Eso en parte depende de nosotros. En el fondo, los problemas reales de un código deontológico pasan por la reflexión sobre ese problema tan urgente y tan importante.

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