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Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.

PSYCHOLOGIST PAPERS
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Dissemination: January 2024
  • Frequency: January - May - September
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electronic: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1991. Vol. (50).




LA PSICOLOGIA DE MIGUEL SIGUAN. HACIA LA CONDUCTA DEL HOMBRE CONCRETO

MARIANO YELA.

El título es ambiguo. Puede significar la Psicología que caracteriza a Miguel Siguán o la Psicología que Miguel Siguán ha hecho. La ambigüedad es deliberada, porque me propongo hablar de las dos cosas. Me gustaría hacerlo con sosiego y amplitud, como el asunto merece. No puedo. El espacio que me conceden es corto y la urgencia que me imponen es suma. Pero mi obligación y mis deseos son claros: adherirme al homenaje que Anthropos rinde a Siguán. Sirvan estas breves reflexiones como expresión, al menos, de la fraternal amistad que nos une y de la admiración y respeto que siento por su obra.

¿Quién y cómo es Miguel Siguán? Es, desde luego, un raro personaje. Claro es que todos lo somos; tanto, que cada uno es único. Pero él lo es más, como, a su modo, le ocurría al protagonista de Orwel en Animal Farm.

Es difícil encerrar a Siguán en ninguna categoría. El mismo se ha negado a ello: «Reacio a cualquier encasillamiento -escribe en «De mi vida como psicólogos-, he defendido mi derecho a interesarme por todo... y no me molesta que, tanto o más que de psicólogo, se me pueda calificar de filósofo, de sociólogo, de historiador o de pedagogo. O incluso de aficionado a las ciencias naturales». De todo esto, sin duda, se le puede calificar, porque todo esto es, de todo esto sabe y sobre todo esto ha indagado y escrito. Pero, cuando al final del ensayo autobiográfico que acabo de citar, hace balance de su vida, confiesa que si tuviera que recomenzar volvería a elegir la Psicología como su principal ocupación.

Y eso, ante todo, Siguán: un psicólogo. No un psicólogo al uso, que sabe su doctrina, sino en el buen sentido de la palabra, un buen psicólogo. Un estudioso del comportamiento del hombre, que trata de esclarecer científicamente, es decir, sin dogmatismos y con pruebas; con el máximo de imaginación y libertad intelectual, pero atenido a los hechos.

El hombre que ha estudiado Siguán es siempre un individuo real. Lo ha estudiado siempre a través de la observación sistémica de su comportamiento concreto, como organismo vivo que actúa de manera observable y registrable, inteligente, motivada y consciente, en un contexto social. Es lo que pretende, después de mil tropiezos, la Psicología más reciente. Es lo que, para orgullo de la Psicología española, Siguán se propuso hace ya casi medio siglo.

Ahora se da cuenta explícita de ello. No sé hasta qué punto la cuestión le era clara en sus comienzos. Pero, más o menos clara, esa fue, me parece, desde los comienzos, su actitud intelectual. Siguán concibió siempre la Psicología como un camino para explicar, entender y comprender la conducta del hombre concreto en situaciones de la vida real. Desde la conducta de los místicos medievales, hasta la del niño que transita del gesto a la palabra, pasando por el rendimiento y las actitudes del obrero que trabaja a prima, de los mandos intermedios y directivos de empresa que tienen que tomar decisiones responsables y urgentes, o del campesino que emigra del campo al suburbio, que goza y padece en el Plan Badajoz, o que bienvive y malvive en los campos de Castilla o de la Andalucía oriental.

Siguán sabe que, en algún momento, el desarrollo del conocimiento científico exige la formalización precisa de hipótesis y su rigurosa comprobación experimental. Por eso ha impulsado abundantes investigaciones de esta índole entre sus alumnos y colaboradores. Pero él se siente más a gusto cuando se pone en contacto con los hombres y los grupos en las complejas situaciones de la vida cotidiana, conversa con ellos y los escucha, cuando los observa, y anota y registra y estudia sus acciones y sus palabras.

Su objetivo permanente ha sido llevado a la metodología científica al examen de esas situaciones concretas, en busca de los hechos más significativos, con los matices diversos que realmente presentan con sus condicionamientos biológicos, sociales, conscientes e inconscientes, históricos, éticos, económicos y políticos, insertos todos en la intercomunicación humana. Con estos hechos confronta las teorías psicológicas principales. Como prueba, como es solito, que ninguna es suficiente. Siguán, entonces, no se pierde entre los incontables datos y disputas, va derecho al fondo de la cuestión, no, plantea los problemas y propone nuevas explicaciones generales, más fieles a la complejidad de los hechos y de las que en su día, puedan originarse hipótesis formalizadas más comprensivas y comprobaciones experimentales mejor controladas en el laboratorio y en las situaciones « naturales».

El lema de Siguán ha sido siempre éste: zu den Sanchen selhst, a las cosas mismas. No es extraño; se lo oiría en los primeros estudios universitarios a Joaquín Xirau y era la aspiración que saturaba entonces, por obra de Ortega, la atmósfera intelectual española. El lo ha seguido, more psychologico: de los tests psicométricos a la evaluación de la personalidad y la conducta mediante la entrevista; de la psicotecnia industrial a la Psicología social del trabajo; de la Psicología del individuo abstracto o la sociología impersonal del grupo, a la psicosociología de la persona en el grupo familiar, social y cultural, del lenguaje a la comunicación por la que se gesta la palabra de la que hablan. En todos los casos, hacia la conducta del hombre concreto.

Dio sus primeros pasos psicológicos ayudando a Del Olmo a corregir test en el Instituto Psicotécnico de Barcelona por los años de nuestra guerra civil. Cuando, hacia 1950, se incorpora al Departamento de Psicología Experimental, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, colabora conmigo en la investigación factorial de la inteligencia técnica. Pero todo esto le pareció enseguida insuficiente, como lo es. Pronto se dedicó al estudio, fundamentación y aplicación de las técnicas proyectivas y de la entrevista, que le permitirían observar, escuchar y entrar en diálogo con el hombre entero en situaciones cada vez más reales.

Su primera formación estrictamente psicológica la adquirió en el National Instituto of Industrial Psychology de Londres, y en la London School of Economics, a donde acudió al finalizar la guerra mundial, después de unos años de experiencia en España como catedrático de Instituto y psicólogo de la Oficina de Orientación Profesional, en Santander, y como director de una Escuela de Formación Profesional en un barrio obrero de Barcelona. Todo ello le llevó a investigar y trabajar, durante bastantes años, como psicólogo industrial en varias empresas españolas. Empezó prosiguiendo mi labor en Standard Eléctrica. Pero, de nuevo, los problemas de selección y diagnóstico de aptitudes le parecieron, como a mi, insuficientes. Entre la Psicología industrial al uso, enfocada más bien hacia el individuo, sus aptitudes y su rendimiento, y la Psicología que iba urgiendo de los estudios de Elton mayo y sus colaboradores en las Hawthorne Works, de Chicago, escogió esta última orientación.

Yo creo que lo que caracteriza su labor en este campo es el haber tomado en serio el llamado efecto Hawborne y en ir más allá. Tiene este efecto, en la literatura psicológica, un sentido peyorativo. Consiste en atribuir falsamente los resultados obtenidos en una investigación a las variables independientes que deliberadamente se han manipulado -como el color o la iluminación, el período de trabajo, el método de producción, el sistema de pago, la introducción de períodos de descanso, etc.- cuando, en verdad, lo que realmente ha influido es el deseo de agradar al investigador, de quedar bien; en suma, el cambio de actitud ante la tarea que los sujetos han experimentado. Es ciertamente importante precaverse contra este efecto perturbador. Pero, como vio Siguán, es más importante todavía interpretar a fondo este efecto en su sentido positivo. A saber, que la modificación del rendimiento y la conducta de los sujetos que trabajan se realiza principalmente a través del cambio de sus actitudes y que éstas dependen, sobre todo, de las relaciones interpersonales y colectivas de los hombres y los grupos, dentro de la organización y en el contexto dinámico de la sociedad. Debido precisamente a este contexto dinámico, con frecuencia henchido de conflictos, es un tanto ingenuo suponer que la meta psico-sociología de las «relaciones humanas», con ser imprescindible, pueda resolver todos los problemas. La empresa se articula en una sociedad y sus problemas dependen también, más allá de sus estructura psicosocial interna, de las relaciones de la empresa con las organizaciones sindicales y de los factores ideológicos, políticos y culturales que operan en la sociedad. En esta línea dedicó Siguán varios años al asesoramiento de empresas, publicó numerosos trabajos, entre ellos su libro Problemas humanos del trabajo industrial, y dirigió «La empresa y el hombre». Con ello inauguró y difundió en España la Psicología social del trabajo en su interdependencia con las organizaciones y con la sociedad.

La misma orientación impulsó sus estudios sobre la organización familiar y social de grupos más amplios, observados en su trabajo por los campos de España y en sus migraciones hacia la gran ciudad, donde, como peones especialistas de la industria, esperaban huir de un presente insostenible o buscar un futuro mas prometedor. En obras como Del campo al suburbio, Colonización y desarrollo social, El medio rural castellano y El medio social de Andalucía oriental, expuso sus resultados, desgraciadamente poco difundidos, pero que merecería la pena conocer y actualizar, tal vez con técnicas más precisas pero en el mismo marco que Siguán elaboró y desarrolló con la ayuda de nuestra común colaboración Angela Femenia.

En los últimos veinte años el esfuerzo indagador de Siguán se ha concentrado preferentemente en el campo psicolingüístico y, de manera especial, en la Psicología del lenguaje infantil y en el problema del bilingüismo, no podemos entrar aquí en el tema, que merece una consideración especial. Tan sólo diré que el rumbo que orienta estos trabajos es, de nuevo, el mismo: el estudio de la conducta verbal concreta, examinada en hombres concretos que emiten y reciben mensajes concretos en situaciones de la vida cotidiana. Entre Chomsky y Piaget, Siguán se acerca más a Vygotski o Beneviste. Reconoce con Chomsky que el lenguaje es, sobre todo, gramática y no meras palabras y significados. Reconoce, con Piaget, que el uso de las palabras significativas y de las reglas lingüísticas exige un desarrollo cognoscitivo previo. Pero, frente a ambos, sitúa el problema en su verdadero origen: la comunicación.

El lenguaje, engendrado en la comunicación y guiado pro ella, exige un desarrollo del conocimiento de la realidad, y no la mera actuación de una competencia lingüística innata, pero, al mismo tiempo, prepara y fomenta ese desarrollo cognoscitivo, que las actividades sensomotoras son, por sí solas, incapaces de explicar. El examen de la transición del gesto a la palabra, de la expresión afectiva y de la acción verbal a la palabra significativa y a la frase gramatical, del lenguaje de la acción al lenguaje interior: tal es el objetivo de Siguán, sobre el que versan sus últimos trabajos y los libros que con sus colaboradores recientemente ha publicado.

Queda mucho por decir sobre Siguán y su obra. No hay espacio para ello. Tocaré brevemente algunos aspectos ineludibles.

A Siguán le complace escribir. Ha escrito mucho en castellano y en catalán. Por alguno de sus libros, Castellanos mereció el Premio Nacional de Literatura. En sus obras catalanas se ha enfrentado, sobre todo, con problemas educativos, sociales y lingüísticos, y ha tratado de esclarecer las raíces históricas de la Psicología catalana y española, desde las aportaciones medievales de Ramón Llull a la iniciación de la Psicología experimental y aplicada que representan Turró y Mira. Es plausible su interés por rescatar de obras olvidadas los textos más significativos de la tradición psicológica catalana, como los que Setamendi dedica a la Psicología Sociología de la educación o a la emancipación de la mujer, que Siguán recoge en su libro La Psicología a Catalunya, o el largo y estupendo texto de Pere Mata sobre la adquisición del lenguaje, que reproduce en sus Estudios sobre Psicología del lenguaje infantil.

No debo terminar sin aludir a otra faceta de su vida y obra. Además de sus rasgos peculiares. Siguán ha compartido las características, propósitos e ilusiones de un pequeño grupo que, en torno a Germain, inició, al final de los años cuarenta, la nueva puesta en marcha de la Psicología española. Lo formábamos con él, Pinillos y yo, entre otros. Siguán nació en Barcelona, en 1918: Pinillos, en Bilbao, en 1919; yo, en Madrid, en 1921. Coetáneos y contemporáneos, con el mismo amor pro España y por nuestros pueblos, hemos intentado consolidar la investigación psicológica básica y aplicada en España y asegurarla institucionalmente. Creo que lo hemos conseguido. Ahí están las Secciones y Facultades de Psicología, las Sociedades y Colegios, los Congresos y revistas, los incontables trabajos y libros de Psicología.

Por la generosidad y el estímulo de Germain; en buena parte, por la obra de Siguán, como en parte por la de Pinillos y la mía y la de otros pocos, la Psicología española ha reanudado su incierta andadura secular, se ha renovado y asciende hoy a la altura de los tiempos. En nombre de todos nosotros, tus viejos amigos, y en nombre de la Psicología española, gracias, Siguán.

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