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PSYCHOLOGIST PAPERS
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
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  • ISSN Electronic: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1997. Vol. (67).




MEDIO AMBIENTE Y SALUD. IMPACTO DEL RUIDO

Isabel López Barrio

Instituto de Acustica. CSIC

En el último siglo el progreso científico y técnico ha producido,paralelamente al desarrollo económico y social, desórdenes y lesiones irreversibles en el medio y, por tanto, en el hombre. Problemas ambientales como el agotamiento de los recursos naturales a causa de la explotación económica incontrolada, el deterioro de la calidad de nuestra atmósfera y de nuestras aguas como consecuencia del desarrollo industrial mal planificado, la contaminación acústica a causa del tráfico, la desaparición en ocasiones irreversibles de muchas especies de la fauna y la flora a causa de la presión humana y, en general, la degradación del medio debida a la acción del hombre, están directamente relacionados con el trato agresivo y desconsiderado que se ha tenido con el medio ambiente, llegando a constituir una fuente importante de agresiones físicas, psicológicas y sociales.

Esta situación de degradación ambiental es especialmente evidente en el medio urbano. De hecho se podría decir que la ciudad se ha convertido en el símbolo de la crisis ambiental. La marginación de la cultura ambiental de la política urbana ha condicionado el desarrollo cuantitativo al cualitativo, siendo en gran medida responsable de la situación de deterioro actual. Así, en el campo de la planificación urbana se sigue aplicando los principios del funcionalismo expuestos en "la carta de Atenas" que preconizan la necesidad de una rigurosa separación de las actividades según la función y en la especialización de los usos del suelo lo que conlleva nefastas consecuencias para el medio urbano. El desarrollo zonal, la segregación espacial y social de las áreas metropolitanas ha convertido la vida urbana en algo extremadamente complejo al obligar a la población a incrementar considerablemente su movilidad y a hacer un uso continuado del coche, dado que en este modelo de ciudad "difusa" el individuo se convierte en una entidad difícilmente disociable del automóvil...

Los problemas a los que se enfrenta el medio ambiente urbano como consecuencia de esta práctica urbanística son variados y muy numerosos: saturación y congestión del espacio, contaminación atmosférica, ruido, pérdida creciente de espacios públicos devorados por el tráfico y, en definitiva, pérdida de tiempo, espacio y energía lo que incide de manera significativa en la salud y el bienestar de la población.

TRÁFICO Y CONTAMINACIÓN ACÚSTICA

Actualmente el tráfico se ha convertido en uno de los principales responsables de la crisis ambiental en la que se encuentra inmersa la ciudad contemporánea, siendo la primera causa de contaminación atmosférica, de ruido y de accidentes y, por tanto, uno de los problemas que afectan en mayor medida a la calidad de vida de los ciudadanos. El hecho es que aunque el ruido sea una referencia importante en todo discurso relativo al análisis o discusión de los problemas que aquejan a la ciudad, éste sigue sin resolverse. Las preocupaciones manifestadas por las diferentes administraciones no se traducen en actuaciones dirigidas a solucionarlo, más bien se ve agravado por otras actuaciones y políticas que, intentando resolver el problema de la movilidad urbana (construcción de túneles, aparcamientos privados, creación de nuevas vías de circulación, etc.) favorecen la presencia del coche en la ciudad con el consiguiente deterioro tanto desde el punto de vista acústico como visual: aceras convertidas en aparcamientos, taponamiento de las calles, etc. Es decir, las crecientes inversiones en infraestructuras viarias con el fin de facilitar la circulación, no sólo no han servido para garantizar una mayor y mejor movilidad, sino que, muy al contrario, han supuesto un poderoso estímulo para el crecimiento del parque automovilístico, invadiendo el espacio en detrimento de la circulación peatonal y de la propia esencia de la ciudad, como punto de encuentro, intercambio social y esparcimiento.

Por otro lado, la saturación del espacio por el contínuo zumbido del tráfico produce una sobrecarga de estimulación que el hombre es incapaz de procesar. El ambiente sonoro se transforma de esta manera en ruido, en una molestia. Esta respuesta emocional define la dificultad o imposibilidad de interacción con aquellos espacios dominados por esta fuente de ruido, los cuales son valorados por la población como espacios de paso o huida, es decir lugares que se intenta rodear o esquivar y donde nadie se detiene mas allá de lo indispensable, creando de esta manera una territorialidad centrífuga. El tráfico, por tanto, ha incidido de manera significativa en una progresiva y alarmante pérdida de la funcionalidad y del atractivo del espacio urbano.

La degradación paulatina del medio urbano por el espectacular incremento del tráfico adquiere especial importancia en las grandes ciudades, en las que se supera con creces los limites medioambientales. En la ciudad la contaminación del aire se debe cada vez más a las emisiones gaseosas de los vehículos de transporte. En las áreas metropolitanas el tráfico supone el 100% de las concentraciones de monóxido de carbono y de plomo, el 60% de los óxidos de nitrógeno que contribuyen a la formación de las lluvias ácidas y el 50% de las partículas. Asimismo, de acuerdo a los resultados de diferentes informes e investigaciones cerca de un 25% de la población se halla expuesta a niveles superiores a los 65 dBA, nivel que la Organización Mundial de la Salud establece como límite superior de tolerancia o aceptabilidad.

Si tenemos en cuenta que a este nivel un tercio de la población puede manifestarse altamente molesta y que la mayor parte de las actividades, especialmente el sueño y la comunicación, se encuentran altamente interferidas por el ruido, se comprende que el ruido sea un importante problema ambiental dado la incidencia negativa de este contaminante sobre la salud y el bienestar de la población.

Cabe señalar que, si bien la contaminación acústica es fundamentalmente un problema de las grandes ciudades, en los últimos años este problema se ha extendido en el espacio y en el tiempo, afectando a otras zonas hasta hace poco tiempo preservadas del ruido, como las áreas rurales e incluso el medio natural, las cuales se ven impactadas no sólo por el ruido de tráfico, el cual, independientemente del lugar en el que nos encontremos se percibe de manera casi constante como un sonido de fondo, como un rumor, sino también por otro tipo de ruidos entre ellos los sociales y humanos, los cuales en nuestra sociedad constituyen otra importante fuente de ruido.

Por tanto, la recuperación de la calidad acústica y atmosférica de nuestras ciudades implica limitar el uso del coche, el cual debe ser una opción y no una necesidad. Para ello, tal como señalan los expertos en planificación urbana y tráfico es necesario planificar el tráfico lo que implica revisar de manera fundamental los principios en los que se ha basado la práctica de la planificación urbana, dando paso a estrategias que favorezcan el uso mixto de las áreas urbanas, basado en la coexistencia de personas y actividades múltiples, así como la creación de espacios libres de ruido (parques, jardines y zonas verdes) y la peatonalización de las calles y de las plazas.

Asimismo, el problema de la contaminación sonora no se solucionará hasta que en la planificación y diseño de la ciudad no se introduzca la variable acústica al mismo nivel que otro tipo de variables como las visuales y espaciales. Actualmente la acústica como señala el arquitecto Arizmendi (1995) "constituye una asignatura olvidada en el Urbanismo aplicado". Son muchas las razones que explican esta falta de sensibilidad de los urbanistas y de la sociedad en general hacia este tema pero, sin duda, una razón importante es que se piensa que el ruido es una consecuencia inevitable a pagar por el progresivo desarrollo de la sociedad urbana, una especie de residuo producido por nuestra sociedad sin que se pueda hacer nada para controlarlo.

Sin embargo, aunque existe una indudable base para esta aseveración, el hecho es que los problemas de contaminación acústica en el medio urbano son causados en su mayor parte por un desarrollo al margen de la planificación. Un planteamiento previsor evitaría justamente las situaciones "patológicas" con las que actualmente nos encontramos, favoreciendo por consiguiente la calidad del medio ambiente sonoro.

IMPACTO DEL RUIDO EN EL HOMBRE

La degradación ambiental producida por el ruido, al igual que ocurre con otros factores contaminantes, incide de forma significativa y perceptible sobre la salud y el bienestar del hombre y de las comunidades. La salud, tal como muestran numerosos estudios, depende en gran medida de los factores medioambientales en los que se desarrolla la vida del hombre. En el llamado modelo ecológico, la salud se define como "un estado de equilibrio entre la persona y el entorno físico en el que vive". En este sentido, el ruido puede llegar a romper ese equilibrio o armonía transformándose en un factor de estrés y provocando numerosas perturbaciones tanto en la salud como en el comportamiento. El estudio de los efectos del ruido en el hombre ha sido foco de interés de numerosos investigadores, dando lugar a un gran número de estudios, tanto de laboratorio como de campo, y publicaciones durante las últimas décadas.

Los numerosos efectos evidenciados a través de los diferentes estudios pueden agruparse en torno a dos categorías. La primera incluye aquellos en los que se da una relación causal directa entre la exposición al ruido y el deterioro de la salud. Este es el caso de las pérdidas de audición inducidas por exposiciones breves a sonidos muy intensos (>140 dBA) o bien exposiciones prolongadas a ruidos mayores de 85 dBA. Una segunda categoría corresponde a aquellos efectos fisiológicos no auditivos, psicológicos o conductuales que vendrían determinados por una reacción de estrés desencadenada por la valoración del ruido como una agresión sonora, siendo estos efectos comunes a los generados por otros factores estresantes.

Aunque la pérdida de audición por ruido se halla relacionada fundamentalmente con la exposición a este contaminante en determinados lugares de trabajo (hipoacusia sensorial o de percepción), en los que los sujetos se encuentran expuestos a altos niveles de ruido (>85 dBA), durante largos periodos de tiempo, el daño en la audición debido al ruido comunitario (socioacusia) ha llegado a ser un problema en la sociedad actual, afectando a determinados sectores de la población, principalmente aquellos que soportan altos niveles de ruido ambiental, próximos a un aeropuerto o a intensas vías de circulación de tráfico (Tarnopolsky y otros, 1980), así como los que frecuentan discotecas, en las que se ha llegado a medir niveles entre los 90-110 dBA, o los que habitualmente escuchan música a elevados niveles mediante walkman (Berglundy Lindvall, 1984; Rabinowitz, 1991).

Además de los efectos del ruido en la audición, numerosas investigaciones han identificado el ruido como un agente productor de estrés urbano, interesándose en analizar los efectos potenciales en la salud derivados de la prolongada exposición a ruidos de alta intensidad producidos por diferentes fuentes de ruido comunitario: tráfico (coches, aviones, trenes), construcción, industria, etc. No obstante, el estudio de los efectos no auditivos del ruido, tal como señalan Berglund y Lindvall (1995), en comparación con el efecto del ruido en la audición, ha sido objeto de un menor número de investigaciones. A pesar de ello existen datos suficientemente contrastados, que permiten conocer cómo el ruido, al actuar como cualquier otro agente estresante, desencadena un conjunto de reacciones y modificaciones en el organismo las cuales se manifiestan tanto a nivel fisiológico (alteraciones hormonales, cardiovasculares, respiratorias, etc) como psicológico (anomalías en la atención, alteraciones del sueño, ansiedad, molestia, etc) y conductual (deterioro del clima social, irritabilidad, agresividad, etc), las cuales pueden ser analizadas siguiendo las teorías de Selye sobre las reacciones de estrés.

RESPUESTA SUBJETIVA: MOLESTIA

Entre los diferentes estudios planteados en relación a los efectos no auditivos del ruido, la respuesta de molestia por exposición a ruidos continuos e intensos, principalmente debidos al transporte y, entre éstos, el tráfico por carretera y aéreo, es la que ha acaparado el interés de un mayor número de investigaciones dado que en el ámbito urbano la molestia por exposición al ruido es una respuesta bastante común en la mayoría de los habitantes, siendo el efecto más generalizado causado por el ruido ambiental. Los estudios planteados en esta línea de investigación tienen como principal objetivo determinar la relación existente entre el nivel de exposición al ruido y la respuesta subjetiva de molestia con el fin de conocer la dimensión exacta de este problema ambiental (población afectada, niveles críticos de exposición, interferencias en las actividades, etc) así como al desarrollo de estrategias de control del ruido, tanto a nivel legislativo como de actuaciones concretas en el urbanismo y en la planificación territorial. Es decir estos estudios tienen como principal objetivo traducir a índices acústicos la molestia experimentada en relación al ruido, sirviendo de base para el desarrollo de intervenciones preventivas en defensa de la salud y el bienestar de la población.

La molestia debida al ruido se define como "un sentimiento desagradable o una actitud negativa producida por un ruido no deseado o juzgado como innecesario en el espacio vital del individuo" o "como un sentimiento displacentero que surge al considerar que el ruido puede afectar negativamente a la salud" y puede venir acompañada de diferentes síntomas, tales como dolor de cabeza, depresión, irritabilidad, insomnio, deseos de escapar del ruido, etc, señalando la existencia de una reacción de estrés. Diferentes investigaciones (Öhrström, 1993; Lambert y Vallet, 1994), han comprobado que esta reacción subjetiva se halla relacionada con las interferencias del ruido en diferentes actividades, siendo el sueño, las actividades que implican la percepción de la palabra y aquellas que exigen altos grados de atención y concentración comúnmente las más interferidas. Concretamente, la interferencia en el sueño, se puede considerar como el efecto más importante del ruido ambiental. Esta interferencia, que puede producirse a partir de exposiciones de 45 dBA, se manifiesta en dificultad para dormir, disminución de la profundidad del sueño o incluso el despertar.

Asimismo, la exposición al ruido durante la noche puede producir efectos secundarios o postefectos, los cuales se manifiestan posteriormente durante el día. Estos efectos incluyen percepción de la reducción de la calidad del sueño, sensación de fatiga, disminución del humor o bienestar y disminución del rendimiento. Por otro lado, los estudios que han analizado los efectos a largo plazo de la exposición al ruido durante la noche han comprobado que los sujetos expuestos a elevados niveles de ruido de tráfico (72 dBA) en comparación con los de áreas silenciosas (52 dBA) se muestran más ansiosos, nerviosos y cansados, es decir exposiciones elevadas al ruido nocturno afecta significativamente al bienestar psicosocial (Öhrström, 1989). Otro efecto importante del ruido es la interferencia en la comunicación.

De todos los recursos de que dispone el ser humano para comunicarse, el habla es sin duda el más importante. La emisión de la voz para la mayoría de los sujetos en la mayor parte de las situaciones, se sitúa entre 50 y 60 dBA. Cuando el nivel de ruido se eleva 10 dBA por encima del nivel de emisión de la voz se produce un enmascaramiento afectando gravemente la inteligibilidad de la palabra. Teniendo en cuenta que el nivel de ruido ambiental supera en muchas ocasiones el nivel de emisión de la voz es por ello que la interferencia en la comunicación constituye uno de los efectos negativos más señalado por la población.

Este efecto tiene una incidencia significativamente negativa en aquellas actividades en la que la percepción de la palabra es parte esencial de las mismas, como la enseñanza. Se recomienda que el nivel máximo de ruido de fondo de una clase no debería sobrepasar los 55 dBA, sin embargo el nivel de ruido de los centros escolares ubicados en zonas próximas a un aeropuerto o vías de circulación de intenso tráfico, excede en mucho este nivel. En estas condiciones la voz del educador queda enmascarada, siendo incomprensible el mensaje verbal. En este sentido, los resultados de una investigación de campo que realizamos en dos escuelas próximas al aeropuerto de Torrejón (Madrid), expuestas a dos importantes focos de contaminación acústica, ruido de aviones (con niveles de pico de 103 dBA) y de tráfico (65-70 dBA Leq), permitió comprobar que la interferencia en la comunicación fue valorada por el conjunto de profesores como el efecto negativo más importante del ruido en la actividad escolar, seguido del efecto en la capacidad de atención y concentración de los alumnos. El paso de los aviones obligaba a los profesores a interrumpir frecuentemente las explicaciones o actividades que implicaban la percepción de la palabra lo que incidía en una importante pérdida del tiempo lectivo que afectaba no sólo al momento en que el avión sobrevolaba la escuela sino también al tiempo necesario para centrar a los alumnos después de cada interrupción (López Barrio y Herranz, 1991).

Esta situación es especialmente crítica en las primeras etapas de la enseñanza. El lenguaje resulta menos redundante para los niños que para los adultos, debido a que el vocabulario infantil es mucho más limitado y no han adquirido un dominio gramatical y sintáctico que les permita suplir, en cierta medida, las palabras que no han oído por lo que el sentido de muchas frases se les hace incomprensible.

Evans (1990) comprueba que la exposición continuada a elevados niveles de ruido que interfieren de manera significativa en la percepción del habla, inciden de manera negativa en las adquisiciones relacionadas con la alocución, con el dominio de la lengua escrita y con todos los aprendizajes vinculados a los mismos, siendo los niños que presentan alguna desventaja (trastornos léxicos, problemas auditivos, retraso escolar, etc), quienes acusan en mayor medida las consecuencias de una enseñanza impartida en estas condiciones.

Así, los resultados de diferentes investigaciones planteadas en relación a este tema, (Moch, 1984; Hygge, 1993) coinciden al señalar que, cuando los niños, por razón de la ubicación de sus hogares y/o de la escuela, se encuentran sometidos de manera continuada al ruido, éstos muestran una capacidad de atención y de discriminación auditiva significativamente menor en comparación con niños no expuestos al ruido, incrementándose este efecto con el tiempo de exposición. A mayor tiempo de exposición, mayores rasgos de distracción y menor capacidad de atención. Esta menor atención a las señales auditivas o "sordera psicológica", como la define Moch, se originaría como una consecuencia de las estrategias desarrolladas por estos niños dirigidas a escapar o desintonizar del ambiente de ruido a fin de lograr la adaptación a estos ambientes. Esta tendencia a ignorar el ruido, llega a generalizarse con el tiempo y, con prolongados tiempos de exposición, se extiende a cualquier estímulo sonoro, tanto los aversivos (ruido) como los informativos y relevantes, como la palabra, con graves consecuencias para determinados aprendizajes como la lectura.

En este sentido, la investigación anteriormente mencionada (López Barrio y Herranz, 1991), permitió comprobar un bajo rendimiento de los alumnos expuestos al ruido en las pruebas de atención y lectura en función de lo esperado de acuerdo a su curso escolar. En concreto, en lo que respecta a la lectura, el rendimiento de los alumnos se situó entre seis meses y un año por debajo de la media criterio establecida por los baremos del test en función del curso escolar, siendo los alumnos de los cursos superiores los que mostraron mayores déficits en este aprendizaje, lo que pone de manifiesto que no existe adaptación al ruido y que con el tiempo de exposición los efectos tienden a incrementarse, lo que coincide con los resultados de otras investigaciones (Bullinguer y Evans, 1994). No obstante, los estudios que han analizado la relación existente entre exposición al ruido y la respuesta de molestia coinciden al encontrar una baja correlación entre estas dos variables (Job, 1988). En concreto, la revisión de la literatura sobre el tema pone de manifiesto que la media de las correlaciones de los diferentes estudios es de r ó 0,4), lo que indica que el nivel de ruido sólo explica un pequeño porcentaje (<20%) de la variabilidad de la respuesta ante el mismo, confirmándose la existencia de amplias diferencias individuales en la reacción ante este contaminante. Es decir, el sentimiento de molestia si bien depende de las características físicas del ruido (intensidad, espectro, distribución temporal, duración , etc) se halla asimismo relacionado con otras variables no acústicas de naturaleza social, psicológica o económica lo que explica las amplias diferencias individuales en la reacción a este contaminante.

En este sentido, los resultados de una investigación realizada con 800 sujetos del área de Madrid expuestos a un amplio rango de niveles de ruido (55-80 dBA leq), permitió comprobar que la sensibilidad, en mayor medida que el nivel de ruido, era el predictor más importante de la respuesta al ruido (Herranz y López Barrio, 1993). No obstante, ambas variables (sensibilidad y nivel de ruido) sólo explican un pequeño porcentaje de la variación total en el grado de molestia (21%) existiendo un alto porcentaje (77,5%) de varianza no explicada lo que demuestra que la molestia debida al ruido se encuentra determinada en mayor medida por factores psicológicos que por la propia intensidad del ruido lo que coincide con los resultados de otras investigaciones (Fields, 1992).

El hecho es que el ruido aunque su intensidad no sea elevada en función de la valoración subjetiva puede transformarse en un factor de agresión y estrés, al mismo nivel que otros factores estresantes medioambientales como el hacinamiento, el calor o el frío excesivo o la contaminación del aire con consecuencias negativas para la salud física y mental.

CONSIDERACIONES FINALES

Los estudios realizados en relación al ruido y sus efectos en la población han sido numerosos en los últimos años. Estas investigaciones han permitido constatar los graves efectos de la exposición al ruido en la salud y el bienestar de la población. No obstante, el problema del ruido urbano, lejos de solucionarse, se incrementa. A pesar de las mejoras derivadas de la aplicación de algunas medidas correctoras en determinadas situaciones (instalación de pantallas acústicas, mejor calidad acústica de las viviendas...) y del mayor control del ruido a nivel legislativo, los problemas generados actualmente en relación a este contaminante, se deben en buena medida a la falta de planteamientos preventivos en relación a este aspecto del medio. En este sentido, la adopción de planteamientos preventivos contribuiría sin duda a evitar muchos de los problemas actualmente planteados, resultando más rentable tanto desde un punto de vista económico como del bienestar social.

En efecto, centrar la preocupación sobre el medio sonoro en la relación ruido-molestia ha dado lugar al desarrollo de una política en relación a este aspecto del medio de tipo fundamentalmente reactivo o curativo.

Este planteamiento, aunque necesario, dada la cantidad de situaciones patológicas existentes en el medio urbano en relación al ruido, no resulta suficiente y, actualmente parece imprescindible, la adopción de planteamientos más previsores, lo que implica la toma en consideración de esta variable en los procesos de planificación y diseño del espacio. Finalmente, hay que tener en cuenta que, tal como hemos señalado, el nivel sonoro no explica por sí sólo la mayor parte de sus efectos sobre el hombre. Parece por tanto razonable que para obtener un mejor conocimiento en relación a este problema es fundamental tener en cuenta, junto a los datos acústicos, los únicos tenidos en cuenta hasta el momento, los parámetros subjetivos. El grave impacto del ruido en la población justifica la necesidad de incorporar, en cualquier programa de intervención territorial (aeropuertos, carreteras, líneas de tren de alta velocidad, desarrollos urbanísticos...) en el que esta variable pueda tener un efecto importante, un estudio psicosocial sobre la población del área afectada, con el fin de poder diagnosticar y controlar las posibles repercusiones sobre la población. Es decir, el planteamiento interdisciplinar en la resolución de los problemas medioambientales debe reconocerse como un planteamiento ineludible a la hora de entender y solucionar la compleja realidad de este problema.

BIBLIOGRAFIA

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