Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1989. Vol. (41-42).
JOSÉ Mª RUEDA PALENZUELA
Ayuntamiento de Barcelona.
El término «compactación», aun, siendo un término horroroso, ha hecho fortuna y ha venido a ser para muchos un significante de referencia obligada cuando se requiere hablar de una alternativa a las formas actuales de trabajar. A veces pensamos que sobre el término se proyectan fantasías compensadoras de las dificultades que el trabajo nos supone, sin llegar a un pleno conocimiento de lo que realmente es la compactación. Sea como sea, lo que está constatado es que la aparición del término ha obligado a los técnicos y a los políticos a concebir sus relaciones con la comunidad en términos de globalidad de integración de acciones, de programas, y los más avanzados llegan hasta la integración de la planificación.
Antes de que el término se pusiera en circulación hubieron una serie de experiencias que le precedieron. La rehabilitación de barrios como realidad en muchos países de Europa y América consideraban ya esta posibilidad, sobre todo al articular rehabilitación social y rehabilitación urbana. El desarrollo de la comunidad había sido una experiencia muy extendida que ya indicaba la compactación. Más modernamente el Ayuntamiento de Barcelona, desde el Area de Juventud, fue capaz de articular un programa para jóvenes donde servicios sociales, sanitarios, culturales, laborales, etc., la integraban en una propuesta denominada Proyecto Joven. Por su contenido y por su metodología de construcción, el Proyecto Joven fue una de las experiencias de compactación más interesantes y de más envergadura. Inspirados en este proyecto, y siguiendo metodologías parecidas, se aplicó a otros sectores de población: la infancia, la mujer, la gente mayor, etc. Pero si estas experiencias nos parecieron insuficientes, otro tipo de propuestas inspiradas para instancias internacionales -la ONU, el Consejo de Europa, etc.- han lanzado propuestas que se acercan a esta concepción de planificar, programar e implementar que sería la compactación, veamos si no el ejemplo de los programas que conocemos como ciudades saludables, ciudades educativas, ciudades solidarias, etc.
Así y de entrada, por lo que hasta ahora hemos venido diciendo, la compactación tiene que ver con una serie de aspectos que brevemente resumimos:
a) Tiene que ver con una concepción (específica) de entender la problemática social.
b) Tiene que ver con unas determinadas maneras de instrumentar el abordaje, tanto en la fase de planificación, programación, como la de la misma implementación.
c) Quedaría incompleto este panorama si no tuviéramos en cuenta que la planificación afecta también a la organización, las relaciones entre los profesionales.
Si en lugar de preguntarnos qué es la compactación nos preguntamos cómo ha llegado a ser, tres son las dimensiones que creemos que deberían ser tratadas:
1. Una cuestión histórica, para nosotros muy importante, y que hace referencia a las «condiciones», «el marco», en nuestro caso la administración, dado que sin una transformación previa del aparato burocrático era imposible pensar en un cambio de entender y abordar la problemática social.
2. Una cuestión instrumental, las percepciones y la concepción no podían llevarse a la práctica si previamente o al mismo tiempo no se han establecido unos medios que lo posibiliten. Hablamos de cambios en la «mediación» de la intervención.
3. Una cuestión teoricoconceptual, sin esta dimensión, el posible activismo que desde el plano instrumental aún dentro de un marco histórico pudiera darse, no pasaría de ser mera anécdota si no pudiéramos articularlo con el pensamiento objetivo o teórico.
Estas tres grandes cuestiones: el cambio en las condiciones (cuestión histórica), el cambio en las mediaciones interventivas (cuestión instrumental) y el cambio en el paradigma teórico (cuestión paradigmática conceptual), podemos abordarlas desde la experiencia de Barcelona. Con ello vinculamos la teoría a nuestra práctica, con lo cual ilustramos nuestra concepción de la praxis.
Otros compañeros seguramente tendrán que abordar la compactación desde condiciones, mediaciones y prácticas propias, esta será la única forma que la compactación sea un proceso evolutivo, cúspide de su propia realidad.
Cambio en las condiciones
Vamos a llamar «condiciones» a la infraestructura de la intervención manteniendo la hipótesis que cada vez que ésta sufre un cambio, una modificación re- percute tanto en la forma como en el contenido de la intervención misma.
Estas «condiciones» son distintas si estamos hablando desde el campo de lo privado o desde el campo de lo público. Desde el campo de lo privado, estas «condiciones» hacen referencia al «mercado», la oferta y la demanda, la competencia con otras organizaciones que actúan o intervienen en el mismo sector o problema de la población, conlleva a que se especialicen o generalicen, etc. En el campo de lo público, las «condiciones» son la transformación del aparato político-administrativo. Tenemos evidencias recordando simplemente el cambio cualitativo que supuso el paso de la dictadura a la democracia y cómo esto afectó en los mecanismos de intervención .en lo social.
Otros cambios no tan revolucionarios, como han sido el paso de la dictadura a la democracia, han in- fluido también, han posibilitado cambios en la concepción de planificar, programar e implementar. Uno de estos cambios fue la descentralización, pero no ha sido el único, la territorialización, la desconcentración, etc., como pasos previos a la misma descentralización, supusieron ya «condiciones» para posibilitar nuevos parámetros de la intervención. La compactación ha ido muy ligada a los procesos de territorialización, desconcentración y sobre todo descentralización.
Vamos a ilustrar este proceso con la experiencia de Barcelona en los servicios sociales.
Fase de territorialización. Cuando en 1979 aparecen los Ayuntamientos democráticos, en Barcelona se organiza el Area de Servicios Sociales, caracterizado por un centro, formado por dirección y staff, y simultáneamente una territorialización de trabajadores.
Fase de desconcentración. Los trabajadores se organizan en Centros de Servicios Sociales y toman el encargo de responder a las problemáticas de sus respectivos territorios.
Fase de descentralización. Los Centros de Servicios Sociales son asumidos por una dirección distinta del Area Central que opera en el mismo territorio.
En la fase de territorialización. Los trabajadores son concebidos en términos de realizadores de las respuestas que la dirección del Area Central, a partir de sus programadores, propone. El problema radica en la capacidad de éstos para ordenar, organizar multiplicidad de ideas que se le encarga. En esta fase, al tomar contacto con la comunidad, es cuando se inicia el problema de ¿a quién se ha de atender, a los programas que se establecen o a las necesidades de la comunidad que se imponen? Esta tensión va a m los procesos de toda esta fase.
La fase de desconcentración fue una fase más evolucionada de la anterior, aparece como unidad el Centro de Servicios Sociales y la inscripción de diversos trabajadores en el mismo. El Centro de Servicios Sociales actúa como analizador de la demanda que debe ser atendida, dejando poco espacio a la realización de programas que vienen del área central, sobre todo cuando éstos vienen en forma de actos, actividades que se deberían organizar: la tensión entre si atender al centro o a la comunidad se hace ahora muy evidente. Los equipos que forman el Centro de Servicios Sociales toman conciencia de su papel partir de descubrir su poder por relación a los problemas de la comunidad. De no resolverse esta tensión podía desmembrarse el Area de Servicios Sociales. Era necesario una salida, y este fue la operativización del «proyecto».
El proyecto era a la vez la garantía de realización de los programas y la autonomía de la respuesta a las necesidades de la comunidad. El proyecto permitía reconciliar el poder central y el poder periférico.
La descentralización fue un cambio cualitativo. Políticamente la administración se organizaba cerca de la comunidad y operativamente creaba una nueva red administrativa para poder hacer real la descentralización. Desde el campo técnico, que es donde centramos nuestros análisis, la descentralización supuso nuevos problemas.
Para el área central representaba la pérdida de la implementación, aunque conservaba las funciones programáticas y evaluativas. Para las áreas periféricas o de los distritos representaba tener que lidiar con las dimensiones reales de los problemas sociales.
Una unidad, la de Servicios Personales, asumía las implementaciones de las Areas de Servicios Sociales, Sanidad, Educación, Juventud, Deportes, Cultura y algunas de Desarrollo Económico. El responsable era el Cap de Serveis Personals. El era el centro por el que pasaban las nuevas tensiones. La presión del político del distrito, la presión de las áreas centrales, la presión del vecindario. Pocos medios económicos y pocos medios personales. Una estructura heredada de la fase de desconcentración dispersa, microdotada, multirrespondente, etc.
Era necesario ordenar técnicamente la nueva situación. Dos posibilidades o avanzar en el proceso iniciado en las fases anteriores de territorialización y desconcentración creando una compleja red de servicios, equipos y profesionales (impensable por los servicios y el personal que había) o romper el proceso y reordenar toda infraestructura y el personal, bajo la idea de «formar con todo el personal un equipo único» que atendiera «los problemas o las necesidades» sin separarlos por los condicionantes administrativos que imponen las áreas. Algunos distritos optaron por esta línea. El «proyecto», como instrumento de organizar el trabajo que se había instrumentado en la fase anterior, permitió esta «rebelión» de la periferia por relación al centro. La compactación nació como una necesidad de organizar los pocos medios y de responder a las necesidades reales que presionaban al político y a los técnicos prescindiendo de las divisiones administrativas.
Por primera vez la tensión centroperiférica se resolvía en la periferia. El problema ahora surgía en cómo reconciliar las competencias de las áreas centrales, algunos basados en leyes estatales y/o autonómicas, con esta nueva realidad. También aquí la periferia llevó la iniciativa invirtiendo el sentido de la programación.
Antes la programación marcaba objetivos que los proyectos transformaban en actuaciones. Ahora los distritos recogen los proyectos, los organizan alrededor de una variable y los presenta como programas, de los cuales tienen que deducir los objetivos.
Así la primera fase fue una fase de rebelión, esta fue una fase de pseudorracionalización programática.
Pronto se vio que los proyectos, si bien organizaban la actividad de los trabajadores, no garantizaban el cambio de las problemáticas. Una suma de proyectos no era un programa, no era una estrategia de intervención. Era necesario replantear de nuevo la situación. Y aquí nos encontramos. Es necesario que existan programas marcos en la ciudad y que éstos se reformulen en términos de programas de distritos y que éstos sean a su vez los que indiquen los tipos de proyectos a realizar.
Como puede verse, el proceso de la compactación no está acabado, aunque las condiciones en los distritos a partir de los servicios personales y las condiciones en el centro a partir del Area de Bienestar Social están dadas.
Lógicamente, el análisis presentado de las condiciones no es completo, ni exhaustivo, sólo hemos indicado aquellos aspectos que facilitan la comprensión de la ponencia, especialmente en lo técnico, no en lo político.
Cambios en la mediación interventiva
En el anterior capítulo, al hablar de las «condiciones», ya hemos señalado algunos aspectos que hacen referencia a la mediación. Recordemos que entendemos por mediación todo aquello que se interpone entre el problema y la respuesta.
Al tiempo que las «condiciones» administrativas iban evolucionando, la «mediación», como antecedente o como consecuente de las mismas, también evolucionaba.
En el plano de las interrelaciones organizativas, estos cambios fueron avanzando de lo simple a lo complejo.
En un primer momento el trabajo se concibe en términos de profesionales individuales, se habla del profesional idóneo, clave, único, etc. La preocupación de esta etapa era la extensión y la profesionalización. La extensión es que haya uno por barrio y la profesionalización, que se disponga de recursos, capacidades, habilidades, etc.
El volumen de la demanda y la diversificación de la misma hizo evolucionar la concepción del profesional individual a la concepción del equipo de profesionales. Ahora son una serie de profesionales que se coordinan, se especializan, se reparten los territorios, los horarios, etc. Era un cambio cuantitativo que permitía atender más, pero sólo podía hacerlo desde una perspectiva, aquella como entendían esos profesionales el problema objeto de la intervención.
La cualidad, las características de los problemas que se atienden, pronto ponen en evidencia la insuficiencia del equipo de trabajo.
El problema, por su índole, es complejo. Múltiples variables deben ser comprendidas y deben ser atendidas. El problema es una estructura de variables interconectadas que lo automantienen y lo reproducen, variable que tiende a ocupar el lugar de la otra cuando éste es modificado, redefiniendo el mismo problema de forma diferente.
Las posibilidades de éxito son mínimas cuando se individualizan las variables. Es necesario, pues, establecer una organización y una dinámica que lo posibilite, y así aparece el equipo interdisciplinar.
La interdisciplinariedad representó un paso cualitativo para avanzar hacia la compactación, permitió que los problemas no se subjetivasen según el profesional, sino que se mirasen en su globalidad, permitió que los profesionales aprendieran a ordenar sus actuaciones según el problema, no según su poder o su deseo.
Aun así, la interdisciplinariedad supuso nuevos problemas, no había (no hay) experiencia de abordaje interdisciplinar, no todos los equipos estaban dispuestos al cambio cualitativo de introducir profesionales con puntos de vista y bagajes distintos y extraños. Movimientos corporativistas frenaron y algunos rechazaron el proceso.
La interdisciplinariedad es un paso necesario a la compactación, pero no es la compactación.
También la «mediación» interventiva experimentó cambios si nos fijamos en lo que podríamos llamar el tinglado técnico.
En la fase organizativa uniprofesional, y en parte de la fase organizativa de equipo, el tinglado técnico se caracterizaba por el sistema de prestaciones. La prestación como respuesta a la necesidad constituía un sistema que podía homogeneizarse, universalizar- se y normalizarse.
Aunque los límites presupuestarios impedían la normalización y la universalización, permitía la homogeneización, siempre que ésta se hiciera a partir de mínimos.
Pero esto no era el principal problema, aunque era muy importante. El sistema de prestaciones reducía al profesional a un valorador-distribuidor y a la administración en una administración especializada.
Tenía límites en cuanto que si no había cultura de la demanda no se solicitaba la prestación, aun teniendo derecho a ella.
Un nuevo tinglado técnico vino a superponerse a la prestación EL PROYECTO. El proyecto no elimina la prestación, la engloba y la resitúa como un momento de la dinámica de actuación, el proyecto desarrolla la capacidad de autoprestación a la que complementa con la prestación propiamente dicha.
Es necesario indicar que el proyecto está sujeto a evolución, de tinglado tecnocrático, basado en el diagnóstico, a ser tinglado participativo basado en el pronóstico, pero eso lo trataremos otro día.
El problema del proyecto, sea tecnocrático o participativo, es por una parte la dispersión, la multiplicidad de frentes que puede cubrir, tantos como problemáticas detectadas, la imposibilidad de la priorización desde un plano objetivo (la falta de recursos, el interés del que decide y la forma de presentarlos actúan como elementos de priorización), la dificultad de medir su eficacia en la comunidad, pues se vuelve en algo asistémico que se introduce sin control del problema.
A pesar de todo, el proyecto, como hemos visto, fue un paso muy importante para avanzar en la compactación, permitió entender la realidad como algo constatable, sobre lo cual se pueden hacer valoraciones (diagnóstico), se puede pulsar la capacidad y la voluntad de respuesta (pronóstico) y, sobre todo, pueden establecerse acciones que por su impacto producen efectos medibles en el diagnóstico y en el pronóstico.
El proyecto era una evolución de la prestación, sin eliminarla como sistema basado en el derecho de los ciudadanos.
Un nuevo paso fue llegar al programa. El programa es un cambio cualitativo, el programa es un paso de las tácticas que representan los proyectos a las estrategias que son los que ordenan los programas. El programa no elimina el proyecto, ni elimina la prestación, el programa los incluye y los ordena como partes de su lógica. Nos referimos no al programa central o programa marco del cual nacieron los proyectos, sino de la necesidad de que entre éstos y los proyectos aparezca un nivel medio que concilie los diversos elementos que entran en juego: las competencias de las áreas centrales, las necesidades de la dirección del distrito, las necesidades de respuesta real y adaptada de la población.
El programa ahora es una lógica que tiene tres grandes dimensiones. En la primera el programa debe conectar con los programas marcos, debe recoger en forma de constatación los problemas, debe recoger en forma de memoria los medios de que dispone, así como las actuaciones realizadas, y debe ser capaz de señalar las direcciones a seguir proponiendo los objetivos.
La segunda dimensión debe ser un diseño, una propuesta de cómo deberían alcanzarse esos objetivos, subdividiéndose en estrategias de población, donde se incluye los problemas que quieren abordarse y el papel que juega la población, las estrategias de los medios donde se incluye todo el sistema de prestaciones que, complementariamente, se mantendrá, y finalmente la estrategia de organización o papeles y que debe mantenerse, así como de qué medios disponemos para mantener tanto la estrategia de población como la estrategia de medios.
La tercera dimensión del programa es la implementación-evaluación. Aquí se pone en marcha los proyectos, no cualquier proyecto, sino los que posibilitan el diseño; también aquí se pone en marcha las prestaciones, no cualquier prestación, sino las que define el diseño. La evaluación sobre la implementación permite autocorregir la evolución de los procesos.
La compactación sólo toma pleno sentido cuando se establece el programa, cuando se analiza el problema desde el mismo problema y se diseña la respuesta del mismo a partir de sus características y necesidades.
Todavía en el análisis de los cambios en la «mediación interventiva» quisiéramos señalar, desde el plano de la operatividad, dos grandes aspectos que también han posibilitado la compactación.
La primera de estas evoluciones ha venido en la consideración del papel de la población en el cambio o transformación de su propia realidad y la segunda hace referencia al cambio o concepción del papel del técnico.
Desde la población ha sido necesario pasar de concebirlo como un consumidor de prestaciones a ser un productor de las mismas. Las estrategias de los medios, basados en un conjunto de prestaciones que se ponían a disposición de la comunidad, se han desplazado a las estrategias de la población intentando descubrir y recuperar en ella las fuerzas necesarias para la resolución o la respuesta.
Desde la perspectiva técnica, que es como hemos enfocado todo el análisis, ello presupone desarrollar el diseño de las estrategias de población. No sólo el diseño, sino la metodología que hay detrás de las estrategias de conocimiento, de las de capacitación de la población (información, acción, aprendizaje, significación) de las de participación (regulación, cambio, concienciación, educación).
Si nos atenemos al cambio en la concepción del rol del profesional, éste ha evolucionado desde el poder de la profesión de distribuir respuestas, el poder de la capacidad técnica y, por tanto, protagonista del cambio, a la de mero mediador en las resoluciones por reconocimiento que el problema y la respuesta no tienen definición fuera de los únicos protagonistas, la población, la comunidad implicada en el mismo. pero de eso ya hablaremos en el próximo apartado.
Evolución de los paradigmas teóricos
También aquí, en esta dimensión, se ha producido una evolución muy importante que ha ido de lo simple a lo complejo, de lo social a lo psicosocial. El mundo de la intervención ha sido profundamente afectado por el cambio de lo funcional a lo sistémico y todavía lo será más si de lo sistémico puede evolucionar a lo dialéctico, pero esto son disquisiciones que sugerimos.
Lo que debe quedar muy claro es que la compactación, o como se le quiere llamar a la nueva situación interventiva basada en la globalización y en el asumir el problema en su complejidad, no se hubiera podido dar o hubiera quedado en un mero activismo sin posibilidad de aprovechar la reflexión surgida de la práctica, sino se hubieran ido incorporando nuevos esquemas de entender el problema social, en definitiva, la materia que nutre tanto la intervención como la organización de los servicios sociales y de las áreas de bienestar social. Vayamos por pasos.
En la fase más primitiva de la prestación el problema social se concibe en términos de síntomas. Alguien tiene hambre y se le da de comer. La planificación y la programación se hace en términos de estadísticas, «cuántas personas pueden tener hambre». La implementación consiste en establecer una red de respuestas suficientes.
En la fase más evolucionada de las prestaciones y en la fase del proyecto tecnocrático se supera la concepción del síntoma y se pasa a una concepción centrada en la persona y en las causas que conlleva la demanda. Si alguien tiene hambre es porque no puede de alimentarse, ¿qué es lo que hace que no lo puede hacer? La falta de trabajo, la falta de cultura, la falta de habilidades, etc. La planificación y la programación consiste en diferenciar las diversas causas y saber cuántos grupos de personas son atribuibles a cada una de esas causas, con objeto de que por cada una de ellas se establezcan respuestas adecuadas. El paso del síntoma a la causa fue un paso cualitativo muy importante que conlleva un cambio de significado del papel de la administración y de la intervención, el síntoma conlleva la idea de «apaga fuegos», la causa lleva la idea de «máquina de respuestas».
En la fase del proyecto participativo y del programa operativo continúa evolucionando el paradigma conceptual de entender el problema social, sobre todo a partir de la entrada de la teoría sistémica en el tratamiento familiar.
Pronto la evolución que había supuesto la entrada de lo sistémico en lo familiar se vuelve insuficiente. Es necesario desbordar la familia y pasar al sistema familiar, al sistema escolar, al sistema de tratamiento, etcétera.
En esta primera fase la conceptualización entiende que las situaciones sociales son una compleja red de elementos interrelacionados. Un problema social es la detección de la inadecuación de una o varias de esas interrelaciones para los fines del sistema. La demencia que puede venir desde el individuo o desde el grupo, pero ellos sólo son un mero órgano de ex- presión de lo que es el sistema.
Esta fase es fundamentalmente objetivista porque la planificación y la programación entienden el sistema como una red de intervenciones sin reconocimiento de su autocapacidad de respuestas. La implementación consiste en intervenir complementando o sustituyendo algunos de los elementos que no cumple adecuadamente las funciones que de él se esperaban. Es una fase de centros de día, de centros residenciales, de tarapia familiar, etc., o de proyectos de organización, o de actuaciones determinadas.
En la segunda fase de lo sistémico, la conceptualización entiende la situación social como una compleja red de elementos, al igual que en la fase anterior, pero empieza a centrarse en la complejidad de la intervención.
La situación o el sistema social viene formado por una multiplicidad de planos de intercambio: de energías, de informaciones y de significaciones, siendo las energías la nutriente que mantiene el sistema. Las informaciones mantienen los intercambios y las significaciones regulan tanto el plano de lo energético como del informativo. El sistema social es un conjunto de elementos que a la vez es un sistema adaptativo a los problemas del medio, sistema adaptativo inteligente, es decir, capaz de producir cambios y capaz de resistirse a los mismos, o sea, es un conjunto de elementos interrelacionados que se autorregula desde los planos de la significación. Por tanto, todo elemento que se ponga en contacto con el sistema esta sujeto a la capacidad de asimilación del mismo sistema y, por tanto, incapacitado para operar desde fuera de él.
Ahora el problema no estriba en ver qué elementos funcionan o no, sino, en primer lugar, analizar qué elementos del plano energético, o del plano informativo, o del plano significativo juegan un papel mantenedor o un papel degradante o juegan un papel progresivo para superar la situación definida como problemas. En segundo lugar, saber qué mediación debe realizarse para coalicionar los aspectos progresivos del sistema para que remonten el sistema mismo. No hay respuesta al problema social fuera del mismo problema social.
Si nos fijamos, hemos pasado las causas a las relaciones; hemos pasado del poder del técnico, proporcionando respuestas, al reconocimiento de que la respuesta es un poder de los usuarios, de los miembros del sistema; hemos evolucionado de la demanda como necesidad del individuo a la demanda como expresión de una deficiencia del sistema; hemos pasado de una relación simple de intervención a una relación compleja de la misma; hemos pasado de concebirnos como asistémicos, a concebirnos como parte de los sistemas y, por tanto, como una capacidad de «mediar» mediante relaciones que coalicionen con las fuerzas progresivas o mantenedoras del sistema con el objeto de desarrollarlas y posibilitar el cambio.
Esta es la fase del programa, superadora del proyectismo, entendido como estrategia pensada en términos de abordar los problemas y resolverlos, siendo los proyectos las tácticas de implementación y las prestaciones componentes complementarias mientras el sistema no sea capaz de producir esas prestaciones.
El paradigma sistémico puede evolucionar, y de hecho está a punto de hacerlo, desde el momento que centra su interés en la complejidad del plano de las significaciones y de las regulaciones, sobre todo cuando sus regulaciones no las toma en términos del sistema, sino de los elementos que componen el sistema. Cuando se reconoce la capacidad de autorregulación de los mismos, sin perder el plano de la información y de la energía de todo el sistema, entramos en la concepción dialéctica y podemos incorporar el proceso y el cambio evolutivo en el mismo sistema. Es decir, el cambio cualitativo del sistema, «el cambio dos», sólo se produce cuando previamente en alguno de los elementos del sistema se ha dado el «cambio dos». Es el cambio de registro en los demás y a la vez les induce un plano de regulación propio de la nueva situación.
Sólo así puede entenderse el proceso social. Hemos pasado de la situación a los procesos. Pero esto, por ahora, es pura reflexión.
Lógicamente, a medida que el aparato conceptual va intentando evolucionar del paradigma clásico -del conocimiento (basado en la simplificación, disyunción)- al paradigma complejo del conocimiento (bación)- al paradigma complejo del conocimiento (basado en la complejidad de interrelación de sus elementos, la subjetivización, la especificidad) mas nos acercamos a encontrar unos marcos teóricos que permiten comprender la compactación. Aunque, como es lógico, no es la compactación la que ha creado esos marcos, sino que los ha adaptado como poderoso aliado para poderse mantener.
A veces pienso que son parámetros más ideológicos que científicos, pues aunque son parámetros que son la explicación del proceder compactado, los profesionales en la compactación operan más desde la intuición que desde la racionalidad científica. Es como si habiendo unas bases teóricas que permitiesen ordenar las actuaciones y a la vez enriquecer la teoría (praxis) éstos las desconociesen. Los profesionales actúan correctamente, pero todavía están en las primitivas fases de la rebelión o de la pseudorracionalización, con lo cual no tienen todavía el poder de regular en alguna dirección el poder que le ha dado la actuación compactada. Pero todo esto ya lo discutirán ustedes.
Fijémonos bien que el modelo complejo tiene una serie de consecuencias que nos interesa:
a) Ha hecho evolucionar de síntoma a individuos y a sistema.
b) Ha hecho inútil la diferenciación de intervención -individual, grupal o comunitaria.
c) Ha hecho disminuir la idea de poder intervenir desde lo profesional para afirmar la interdiciplinariedad.
d) Ha convertido en mera cuestión de recursos las áreas de la administración.
e) Sobre todo ha afirmado que el comportamiento social es a la vez el problema y la resolución.
De acuerdo con la última fase que presentábamos, el paradigma complejo al recuperar lo dialéctico abre un nuevo campo de interés para la intervención en los procesos sociales.
Ahora vuelve al primer plano el interés por las dialécticas que son las interindividuales, las entreindividuos, las de socialización, las comunitarias, las societarias y las sociales, pero esto también es otra puerta abierta al estudioso y al implementador que sólo dejamos enunciada.
Algunas conclusiones
Una vez vistas las principales marcas referentes, «las condiciones», «las mediaciones interventivas» y los «paradigmas conceptuales» creo que podemos decir que la compactación:
a) Es un implicar a la administración en que el poder se ejerza en la periferia, en aquello que está más próximo a los problemas.
b) Es un entender que el problema de los servicios de Bienestar Social no es concebir a la población como consumidor de prestaciones, sino en ser productora de las mismas.
c) Es un entender que es el mismo problema definido ahora como situación y como proceso social donde se encuentran los elementos que lo definen como problema y la resolución del mismo.
d) Es un entender que los profesionales, las prestaciones, etc., son sólo mediadores y no soluciones de respuesta.
e) Es un entender que habiendo una sola y única realidad, cuando de ella emerge un problema, la respuesta sólo puede hacerse desde una única organización que medie entre el problema y la respuesta. Si bien la administración puede ordenarse en servicios sociales, educación, sanidad, etc., cualquier problema exige el concurso de todos ellos. Son ellos los que se han de adecuar y organizar. No los miembros del sistema, buscando respuestas individuales o grupales en cada uno de los subsistemas de la administración.
g) Que la «dictadura del problema» hace que tanto los medios técnicos de conocer, de implementar y evaluar sus efectos, están sujetos a los determinantes que el problema impone y no a la manipulación que el recurso técnico a veces sugiere.
Finalmente
Después de toda esta exposición no sería correcto acabarla sin dejar claro:
• Que la «compactación» (sentimos lo del nombre), no es la ALTERNATIVA, es una alternativa que vemos progresiva y acorde con la ideología del cambio que está dentro de los servicios sociales y de las áreas de bienestar social. Indudablemente hay otras posibilidades.
• Que la compactación es un momento evolutivo, que hoy está en nuestro centro de interés, pero que posiblemente dentro de poco tendremos que desplazarla por otras posibilidades de intervención que sean más acordes con el ideal de la promoción y del bienestar social. Por tanto, no podemos militar en la compactación. Si acaso militamos en la metodología que mejor ayude a concebir una sociedad más justa, más equilibrada, más igualitaria, más solidaria. No tenemos ningún reparo en decir que cuando la compactación se muestra insuficiente la abandonáramos.
• Que la compactación no sirve para todo y que hay situaciones que imponen alternativas distintas a la misma compactación. Es decir, la compactación tiene límites, que nadie crea que es una panacea.
• Nos gustaría que quedara claro que este trabajo sólo pretende llevar al plano de la reflexión lo que emerge de la actuación de colectivos de profesionales y que, por tanto, es un plano donde las dificultades y las contradicciones se resuelven en el plano de las ideas, cosa que en la acción no siempre sucede así.
• Que la compactación abre posibilidades, aunque nadie cree que es fácil.