Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1991. Vol. (48).
MIGUEL ANGEL SORIA
Psicólogo. Serv. Atenc. Vict. De Delito. Barcelona.
El reciente desarrollo y preocupación por las víctimas del delito en todo el mundo, y más concretamente en nuestro país (Valencia, 1986; Barcelona, 1989 y Palma de Mallorca, 1989), siguiendo en gran parte diversas recomendaciones internacionales (ONU, 1990; Consejo de Europa, 1986; Conf. Intern. de Bienestar Social, 1988) y nacionales (Informe del Sindic. de Greuges, 1988) permitieron diseñar y establecer las bases de un modelo integral de soporte a las víctimas de actos delictivos, centrado en los siguientes aspectos (Soria y colb., 1990 a, 1990 b, 1991).
1. Intervención global sobre el conjunto del proceso victimizatorio. Abarcando desde los aspectos preventivos hasta los de segunda victimizacíón.
2. Una atención integral centrada en los ámbitos psicosocio-jurídicos.
3. Un trabajo interdisciplinar, tal como afirman diversos teóricos de la victimología (Newman, 1986; Peters, 1988, etc.) entre los diversos profesionales implicados en el campo, tanto a nivel aplicado como de investigación.
En el presente trabajo nos centraremos exclusivamente en una sola de las múltiples facetas que adopta el rol del psicólogo en un Servicio de Apoyo a Víctimas, la prevención del trauma.
Marco teórico
Hoy en día ya no existe duda del impacto psicológico susceptible de provocar todo hecho delictivo sobre la persona (ONU, 1990; Burillo y Clemente, 1986; Peters, 1988, etc.), pero sí existen serias diferencias en su concepción y en la posterior forma de intervención.
Con el desarrollo de la Victimología como ciencia y el progresivo énfasis por implantar acciones socio-comunitarias y legales en favor de las víctimas en todo el mundo (Van Dijk, 1985), se inició una corriente de análisis de las reacciones psicológicas centradas en dos aspectos:
1. Psicológico: valoración del trauma sufrido, para su posterior utilización durante la fase procesal. Aspecto muy influido por los aspectos forense y con una fuerte influencia psicoanalítico.
2. Social: impacto producido por el delito en las víctimas. Se trata de las encuestas de victimización, que ofrecen una base sociológica del problema.
Ambos modelos plantearon como elemento clave la comprensión del hecho delictivo como base del posterior hecho traumático, y por lo tanto sólo se observaba a la víctima como receptor de la agresión (a lo sumo copartícipe) y del estrés por esta inducido, que a medio plazo, le provocaría la instauración del trauma.
Así podríamos afirmar que si fuésemos capaces de valorar la intensidad del suceso delictivo, mesuraríamos el impacto psicológico sobre la víctima, y en consecuencia, según el tipo y la intensidad del delito podríamos prevenir el trauma.
Por otra parte, la intervención aplicada con víctimas de delitos, se ha desarrollado generalmente, tanto a nivel psicológico como psiquiátrico en Centros Especializados de Salud Mental (Conferencia de Eerbeek, 1987), y generalmente, con posterioridad a la instauración del trauma, destacándose tres tipos claramente mayoritarios (Síndrome de Estrés Postraumático, Depresión Menor y Estados Ansiosos (DSM-III).
Por lo tanto, desde este modelo se interviene sobre un trauma ya establecido, donde el agente estresante (hecho delictivo), ha afectado gravemente a nivel fisiológico, afectivo, cognitivo y comportamental a la persona, así pues se trata de un trastorno psicopatológico, susceptible de intervención.
Frente a estos dos modelos explicativos del fenómeno, en absoluto excluyentes uno respecto al otro: impacto del hecho delictivo o psicopatología individual, se nos abre una tercera vía con Teoría del estrés.
Desde esta Teoría psicosocial, que incluso resulta aplicable por algunos terapeutas de la 2ª vía (Frederick, 1987), mediante la aplicación del Entrenamiento en inoculación del Estrés, podemos afirmar como afirma repetidamente Meichenbaum (1977, 1987) que el estrés no pertenece ni a la persona ni al medio, sino que se trata de una transacción entre ambos, desde esta perspectiva, y recogiendo el modelo dual de Von Hentig (1948).
Por lo tanto la reacción psicológica de la víctima, ante el hecho delictivo, se centra en conocer los recursos psico-sociales de afrontamiento que dispone para hacerle frente (solucionar el problema), en caso de no ser suficientes, se desarrollaría el trauma. Es por ello que no todas las víctimas lo hacen, aproximadamente, sólo un 15-30 por 100 (consejo de Europa, 1985).
Lazarus (1984) ya destacó la importancia de las mismas, pero al mismo tiempo señaló la importancia de factores posteriores, que pueden, y de hecho, modifican la capacidad personal para disponer de dichas estrategias: información posterior recibida, soporte económico, apoyo social, etc., es decir, integran aspectos psicosociales.
A modo de conclusión, podemos afirmar que el desarrollo no depende exclusivamente del impacto del delito, ni a un trastorno psicopatológico, sino a una incapacidad de afrontamiento al suceso por parte de la víctima con las estrategias normales de funcionamiento, por lo tanto, ofreciéndole una pauta cognitivo-comportamental de afrontamiento se puede prevenir el trauma.
Modelo de intervención
Partiendo de la teoría del estrés antes señalada, así como del modelo de intervención en crisis (Burguess y Holmstron, 1974) y del propuesto por Veronen y Kilpatrick (1987) con víctimas de violaciones recientes (P.I.C.B.) Hemos desarrollado tina doble estrategia de intervención:
a. Intervención de crisis y counseling de la persona victimizada.
Se actúa sobre todas aquellas víctimas que consultan de forma inmediata al suceso delictivo y con un grado de afectación significativo.
No se analiza el suceso en sí, sino la vivencia actual del mismo, es decir, se parte de su autopercepción. Sobre ella se le facilita información precisa, concreta y directamente relacionada con el aprendizaje de estrategias de afrontamiento con el hecho delictivo.
b. Procedimiento de intervención Breve.
Al igual que en el caso anterior se parte de la modificación del modelo propuesto, estableciéndose:
1. Aspectos básicos de la intervención:
• Explicación de los sentimientos de autoinculpación y de autorresponsabilidad en el suceso.
• Entrenamiento en autoinstrucciones, generalmente detención del pensamiento.
• Discusión sobre las «estrategias de recuperación».
2. Aspectos optativos de la intervención:
• Desensibilización sistemática.
• Pautas comportamentales de relajación.
• Visualización.
Como puede observarse, en dicho modelo se reducen al máximo la aplicación concreta de técnicas, aunque se utilicen diversidad de ellas (McKay, 1985) y alguna modificación, especialmente en relajación (por la gran inversión en tiempo que ello significa) introduciéndose el análisis de los pensamientos distorsionados tomados de Beck (1979).
c) Selección de la técnica adecuada
Contiene tres fases:
a) Entrevista de atención globalizada a la víctima, desde una perspectiva psico-socio-jurídica. En la misma se le da una respuesta al problema planteado. En caso de existir una afectación psicológica de la víctima, se le propone la posibilidad de una intervención explicándole, en qué consiste. Su aceptación es una condición «sine qua non» no se interviene (principio de participación activa). Es el momento más difícil, pues la víctima reconoce tener el problema, pero no acepta la ayuda y se considera autosuficiente para superarlo.
b) Selección del procedimiento adecuado (Counseling o PIB). En función de la percepción del suceso delictivo, el grado de implicación de la víctima y el nivel de apoyo social percibido, se establece las líneas de actuación básica.
c) Ejecución del procedimiento. El counseling consta de una o dos sesiones de una duración de hora y media aproximadamente. Por otra parte, el PIB, consta de cuatro sesiones de una duración aproximada de una hora, espaciadas temporalmente, pero en un plazo inferior a dos semanas.
Es posible en algunas víctimas la realización de un counseling y durante el mismo proponérsela un PIB, en función de su evolución posterior o un cambio en su evaluación cognitiva.
Dificultades esenciales de la víctima
Centrándonos en el Procedimiento antes descrito, encontramos los siguientes elementos significativos de evaluación:
La vivencia pertinaz del hecho delictivo afecta al conjunto de la vida cotidiana de la víctima, inicialmente interfiriendo con ella y posteriormente convirtiéndose en el eje fundamental de su vida.
La pérdida de un autoconcepto positivo es un elemento constante, su valoración se ve muy afectada por las autoexpectativas previas y fallidas al hecho delictivo, en otros casos por el grado de degradación personal sufrido.
El «miedo» actúa como un bloqueador conductual. En la mayoría de las veces no se sabe a que, otras veces aparece claramente condicionado a un estímulo, de tipo espacial (lugar, etc.), personal (sexo, fisionomía, etc.) o temporal (hora, noche, etc.).
Su sistema de creencias se ve gravemente afectado, especialmente su confianza en los demás y su creencia en un mundo justo.
Se produce un choque de expectativas, fundamentalmente ante el hecho de denunciar. Aquí se enfrentan el «deber de hacerlo» con la «necesidad de olvidar».
Tiende a revivir y percibir el suceso desde la perspectiva del agresor, especialmente en casos de multivictimización.
Se siente confusa, no como en la fase de shock, pero sí inmersa en un mundo desconocido para ella: abogados, juicios, policía, delincuentes, etc.
Carece totalmente de información sobre el tema e inicia un proceso de búsqueda (TV, diarios, etc.)
Se siente con grandes dificultades para buscar, encontrar y especialmente llevar a término decisiones, aunque estas sean nimias. Generalmente cuando lo hace la conducta desarrollada adopta una pauta errante («no se donde ir ni que hacer»). Algunos autores lo han definido como una pérdida de autoeficacia.
La relación con los demás sufre una variación importante, polarizada hacía dos extremos: deseo de tener compañía para compartir lo sucedido y el deseo de aislamiento, en el fondo para pensar en ello.
El pensamiento adopta claramente un componente claramente repetitivo y obsesivoide sobre el hecho, que aunque vivido como desagradable y que debe olvidarse, no puede dejarse de pensar en ello.
Pérdida de interés por todas aquellas cosas o actividades que antes le proporcionaban satisfacción.
Pérdida progresiva de autoconfianza. Parte de una creencia muy arraigada «sólo yo puedo superarlo» y la falta de una conducta adecuada a la resolución del problema, que lleva posteriormente a la cognición de «no creo que pueda superarlo nunca».
El nivel fisiológico se ve afectado en grado muy variable, generalmente descritos como «múltiples sobresaltos» provocados por diversos factores (pasos, ruidos, etc.) En realidad comportan importantes descarga de adrenalina y a medio plazo son capaces de generar estimulación interna propia.
Los hábitos de conducta autónoma, siempre se ven afectados en grado y dimensiones variables. La dormición con pesadillas, de primera o segunda hora, etc. y la alimentación generalmente con pérdida de apetito. Pero en un análisis más preciso observamos que lo que se ha producido es un modificación del mismo hábito por parte de la víctima (horarios, rutinas, etc.).
Los demás pueden ayudarle a remontar la situación («Buffering hipótesis») o por el contrario impedírselo al favorecer el continuo pensar en el suceso.
Generalmente se produce un retorno a las normas sociales más básicas, cuyo incumplimiento se ha visto «castigado» por el suceso.
Finalmente, un aspecto añadido a todo ello es la dificultad para «actuar delante de los demás», en general se siente mucha vergüenza respecto al hecho sufrido por no haber sido capaz de enfrentarse al agresor. Es decir, se produce un choque entre lo socialmente esperaba y lo individualmente realizado.
Primeros resultados
Los datos estadísticos utilizados han sido extraídos de las diversas intervenciones realizadas en el SAVD de Barcelona (1989).
Tal como puede observarse en los mismos, el total de víctimas necesitadas de intervención psicológica fue un 33,5 del total atendido, pero sólo un 20,5 necesitaron una intervención a corto plazo.
El counseling fue utilizado en un 3,8 por 100 de los casos y el PIB en un 3,3 por 100 del total de casos atendidos.
Dichos datos están en consonancia con diversos estudios dentro del campo y la victimología sobre la necesidad de soporte psicológico para las víctimas de actos delictivos (ONU, 1985; First European Conference of Victim support workers, 1987; Meichenbaum y Jaremko, 1987).
Por lo reciente del trabajo no podemos valorar de forma precisa la efectividad, pero sí apuntaremos las siguientes tendencias: alta eficacia a nivel de intervención psicológica y psico-social, media a nivel de derivación, problemáticas de multivictimización recientes y baja en conciliación.
BIBLIOGRAFIA
Beck, A.;Rush, J.; Hollon, S. y Shaw, B. (1979): Cognitive therapy. New York. Guilford Press.
Burillo, F, y Clemente, M. (1986). Psicología Social y Sistema Penal. Madrid. Alianza Univ.
Conferencia Internacional de Bienestar Social (1988). XXIV Conferencia Internacional de Bienestar Social Berlín. Ponencias no publicadas.
Conferencia Eerbeek (1987): I European Conf. of Victim support w Utrecht Consejo de Europa (1987). Conferencia sobre Prevención de la Inseguridad Urbana. Barcelona Aj. de Barcelona.
Hentig, H. (1948): The Criminal and his victim studies in the sociobiology of crime. New Haven. Yale University Press.
Lazarus, R., y Folkman, S. (1984). Estrés y procesos cognitivos. Barcelona Martínez Roca.
Meichembaum, D. (1977). Cognitive-behavior modification: an integrative approach. New York. Plenum.
Meichenbaum, D. (1987): Manual de inoculación del estrés. Barcelona. Martínez Roca.
Meichenbaum, D., y Jaremko, M. E (1987): Prevención y reducción del estrés. Bilbao Desclée de Brouwer.
ONU (1990). VIII Congreso de la ONU sobre Prevención del Delito y Tratamiento del delincuente. Ponencias.
Peters, T. (1988). Consideraciones teóricas sobre la victimología. Lovaina. Sin publicar.
Soria, M., y colbs. (1990): «La atención Psico-socio-jurídica de las víctimas del delito». Zerbitzuan, 12/13, 71-78.
Soria, M. A., y colbs (1991): Las víctimas entre la justicia y la delincuencia. Barcelona PPV. Pendiente de publicación. atendidos.
Soria, M. A, y colbs. (1990): «La atención de las víctimas de los delitos Europa: hacia un modelo integrativo». Rev. de Servicios Sociales y Política Social. 16, 84-97.
Material adicional / Suplementary material
Gráfico 1. Rol del psicólogo.
Gráfico 2. La pareja penal.
Gráfico 3. Aspectos psicosociales del delito.
Gráfico 4. Primeros resultados.