Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1993. Vol. (56).
VICTORIA MARTÍNEZ SALCEDA
Psicóloga Especialista en Maltrato Infantil.
Es una tarea difícil la de pensar la niñez y sus derechos en los tiempos de «modernidad» que imperan. El fin del siglo nos plantea contradicciones y nos pone en evidencia los logros, pero también más crudamente nos enrostra las fallas. Hablamos de «Su Majestad el Bebé», los «Locos Bajitos» de Serrat, la Declaración Universal de los Derechos del Niño, el auge de los Organismos de Protección al Menor. Pareciera que hubiésemos tomado conciencia de que los niños también son personas y que con el correr del tiempo se convertirán en «uno de nosotros».
¿Qué tenemos que decir los psicólogos sobre los derechos de los niños? Podríamos plantearnos que en nuestra doble pertenencia como ciudadanos y como profesionales comprometidos con nuestra práctica estamos obligados a interrogarnos sobre su futuro. La teoría, ese marco que avala nuestro quehacer, cualquiera sea la orientación que uno elija, nos advierte de la importancia de los primeros tiempos de la vida de un niño, sus primeros años marcarán el desarrollo posterior de ese sujeto como persona. Debido a la prematuración, condición primordial del sujeto humano, cuando el niño nace, depende totalmente del cuidado materno, no sólo para sobrevivir sino también para constituirse como persona, acceder a lo social, crecer. A través de los cuidados que se le ofrecen se transmiten pautas culturales, se van conformando sus valores. Toda acción deja su huella, marca caminos de desarrollo en todos los sentidos.
Sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad al niño se le negó la condición de persona y prácticamente es en este siglo donde se lo coloca corno protagonista en la mira social de nuestra cultura. Si bien el avance es infinito sabemos que en el comportamiento social quedan resabios de la transmisión cultural aún difícil de erradicar. La concepción del niño como objeto y no como sujeto se nos muestra en múltiples manifestaciones de la cotidianeidad y nos lo ponen en evidencia las situaciones extremas.
Las recientes convenciones internacionales que enuncian los derechos de los niños no son suficientes para que sean cumplidos o sancionada su trasgresión. Múltiples y complejas causas sociales, políticas, culturales y obviamente económicas favorecen en muchos países aún esta grave situación. Pareciera no tenerse conciencia de que los que hoy son niños mañana nos reemplazarán generacionalmente en los diversos lugares que ocupamos.
En la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (Ginebra 1979) se enuncian una serie de derechos fundamentales que son violados al cometer maltrato hacia el menor por parte de los adultos, que no cumplen su función de protección y cuidado. Así, el Estado, en los diversos países, también falla en su función social al no ocuparse prioritariamente de esta problemática. Sin embargo, si bien hay formas descarnadas de maltrato infantil en el sentido amplio de violación de los derechos, hay situaciones cotidianas en el tejido social que se van infiltrando como modalidad de comportamiento hacia los niños. En su ambiente familiar, en la escuela, a través de los medios de comunicación muchas veces se cae en el ejercicio de la violencia hacia el niño. En ocasiones de manera útil y solapada, y en otras con la intencionalidad consciente o no del acto violento
En nuestra sociedad se enuncia un discurso de desarrollo que no se condice con el auge de problemáticas que nos muestran descarnadamente el sufrimiento de estos jóvenes en diversas y graves manifestaciones.
La indefensión de los niños los hace fáciles depositarios de las frustraciones, conflictos, agresividad de los adultos, tanto en su grupo familiar como en los distintos ámbitos de natural inserción del niño.
Este fenómeno de los malos tratos, lejos de desaparecer en las sociedades más desarrolladas económica y socialmente, sigue irrumpiendo incluso aún con mayor publicidad a través de los medios de comunicación. Estos parecieran mostrarnos como un espejo la crueldad de los padres sin reconocer de qué manera contribuyen a la vigencia de «lo violento». Debido al ritmo de vida que llevamos, los vídeo juegos y la TV se han convertido en un canguro eficaz que entretiene a niños y jóvenes, quitándonos el peso de tener que ocuparnos de sus momentos de ocio. Hay un interesante estudio en este sentido, de Lolo Rico, quien como guionista y productora de programas infantiles para los medios, analiza la manipulación que se ejerce hacia niños y jóvenes. En su libro «TV, fábrica de mentiras. La manipulación de nuestros hijos» hace un pormenorizado detalle de los mensajes que se imparten y del peligro que conlleva el no tomar conciencia de ello.
Lolo Rico nos evidencia la necesidad de tomar conciencia de esta problemática y sus efectos, pero también teniendo en cuenta esta realidad nos cuesta creer las noticias que aparecieron en los medios el pasado mes de abril que daban cuenta de la firma por parte de los representantes de las cadenas de TV públicas y privadas de un código deontológico de autorregulación para proteger al público infanto-juvenil. Según este código deben adoptarse medidas para que los programas no perjudiquen el desarrollo personal y moral de los menores, y no deben emitirse programas que contengan imágenes violentas o que promuevan el racismo en el horario infantil.
Hipocresía o no, muchas veces estas intenciones sólo quedan en enunciados, mientras, aunque sólo sea en los espacios publicitarios, el niño presencia muertes, violaciones, asesinos que se meten en sus sueños atrapándolos en su propio interior, etc.
Como decíamos anteriormente, deberíamos redefinir lo que entendemos por maltrato e incluir desde los programas de televisión hasta la falta de sillas de comer para los pequeños en los restaurantes con lo que se supone que no se le puede ocurrir a los padres salir a comer con sus hijos, y menos si son pequeñitos...
En este mismo sentido, hace poco fue protagonista en los mismos medios el tema de la manipulación de los niños y la violación a su intimidad, llegando a sancionar a los padres que no protegieran debidamente estos derechos. Pero, contradictoriamente, por la misma época se ponía en duda con espanto la misma inocencia de los niños al enterarse del supuesto y brutal crimen que dos niños cometieron contra otro, en Gran Bretaña. La pregunta que circulaba era si un niño puede ser capaz de tanta crueldad, y lo que no se cuestionaba era de qué manera estamos alimentando sus mentes y formando sus valores cuando convertimos la muerte y la violencia como un hecho natural y cotidiano, si múltiples vidas se pierden a un ritmo vertiginoso serie tras serie.
Creo que si nos planteamos seriamente este tema veremos con alarma que no estamos haciendo demasiado por modificarlo y que como profesionales que tenemos que ver con la salud, la educación, la conducta humana o cualquiera sea nuestro campo de acción, tenemos mucho que escuchar, pero también mucho que decir y hacer.
La pedagoga Amparo Santiago Fernández, en un análisis del medio educativo y los factores que determinan la delincuencia juvenil plantea que la educación debe contemplar en el proceso de socialización las diferentes desigualdades tanto sociales como económicas, culturales y psicológicas. En su artículo publicado en «Opinión», periódico de la comunidad escolar, cita un estudio realizado en la provincia de Granada en el que se comprueba la relación entre delitos juveniles y ambiente sociofamiliar desfavorecido. La autora concluye que la educación juega un rol importantísimo en la prevención de la delincuencia juvenil, «. una planificación educativa debe ir más lejos de una represión sin otros contenidos, debe buscar la colaboración de la persona, superar la vivencia del control o vigilancia sustituyéndola por la de apoyo o relación de ayuda. Debemos plantearnos desde la escuela la ampliación de las relaciones sociales en espacios distintos a los habituales, fomentando actitudes de participación, de colaboración, respeto y valoración crítica de las normas y leyes que rigen la vida en grupo, en cada comunidad. » Así, los que nos dedicamos a la problemática infantil vemos con alarma cómo se incrementan las cifras ya no sólo de la victimización de los niños, sino además aquéllas que los tienen como actores de la violencia. Sabemos que en 1992 se detuvieron alrededor de 7.000 niños por cometer alguna actividad delictiva, lo que comprende robos, hurtos, daños y lesiones. Este procedimiento contempla la toma de declaración, la notificación a los padres y a veces la amonestación del juez. Si bien, se considera en nuestra legislación que un niño a partir de los doce años es responsable de sus actos, por lo general se toman medidas de tipo internamiento en centros o la cárcel cuando son mayores de dieciséis y dependiendo del delito cometido
Pareciera que este fenómeno de violencia se retroalimenta, niños víctimas de la violencia son futuros y potenciales ejecutores de la misma.
Los doctores Antonio Baño y Juan Casado, del Hospital del Niño Jesús, de amplia experiencia en el tema de los malos tratos a los niños nos plantean el enfoque hospitalario: «En general, a los hospitales llegan los casos de maltratos físicos graves, lo que ante se conocía como "niño apaleado", algunos casos de maltrato físico no graves, y niños abandonados o con carencias físicas y nutritivas importantes. El resto de los niños maltratados, siendo los más frecuentes, no acuden a los hospitales, por no ser detectados. La incidencia real del abuso infantil es desconocida, nosotros hemos estimado que en la Comunidad de Madrid podrían diagnosticarse 250 nuevos casos cada año, y en toda España, se estima hay alrededor de 25.000, pero esto es sólo la punta del iceberg. Debemos modificar los sistemas de detección y registro. El doctor Baño agrega que «los malos tratos es una enfermedad de los padres que padecen los hijos».
Ambos médicos opinan que ésta es la segunda causa de muerte en los primeros cinco años de vida, por eso la detección es un factor importante. Los profesionales de la salud, nos dicen, deben sospechar de un posible maltrato ante toda lesión física no explicada, sobre todo si el niño es menor de tres años. Lo habitual es que se justifiquen las lesiones debido a la excesiva actividad o torpeza del niño intentando encubrirlo como accidente. Según la experiencia de estos médicos el maltrato físico se da con frecuencia en los grupos sociales bajos y marginales, en cambio, el maltrato psíquico o la negligencia se da en las clases medias y altas. El abuso sexual es más característico de los sectores rurales y sobre todo en niñas prepúberes.
En este aspecto cabe mencionar que según la Asociación de Asistencia a mujeres violadas, el 37 por 100 de las víctimas de agresiones sexuales denunciadas son menores comprendidas entre los doce y los dieciocho años, en su mayoría. Generalmente, el agresor es miembro de su entorno familiar o cercano.
Volviendo al comentario del doctor Baño, para éste son los médicos los que deben denunciar estas situaciones, aunque a veces son reticentes ya que «no quieren tener problemas y porque esto no se enseña en los libros de estudio». «El tratamiento debe ser multidisciplinario intentando ayudar a la familia para que pueda protegerse al niño».
Son muchos los aspectos que debemos revisar en este campo, si bien no es generalizado en España la explotación laboral de menores, que sí en otros países tiene crecientes índices alarmantes, si es preocupante el problema de las adicciones y el alcoholismo en la transmisión de enfermedades por vía directa madre-hijo, y el alto número de niños con VIH positivo y hepatitis B. Pareciera que también allí haría falta una intervención, más allá de las complejas motivaciones inconscientes que puedan jugarse en esa díada de deseos de vida y muerte.
La infancia maltratada debe preocuparnos en sí, pero además por su repercusión en el futuro. Sabemos que el niño en su invalidez tiende a recrear las condiciones terribles a las que fue sometido, incorporando, por reacción o por identificación, comportamientos patológicos en sus relaciones. Si el niño es un objeto para el adulto no logrará su propia identidad, sino que sólo tendrá sentido en el vínculo con él. Si se instituye este mecanismo perverso, determinará la constitución de su personalidad.
También sobre este tema hablamos con Miguel Costa, que dirige el Departamento de Investigación de la Dirección General de Protección Jurídica al Menor. Este nos plantea que la política prioritaria de esta Dirección, a cargo de Juan C. Mato, es mejorar el sistema de protección a la infancia con dificultad social. Para ello se instrumentan programas con diversos objetivos, uno muy importante es intentar incrementar la sensibilidad ciudadana ante las situaciones conflictivas de los niños, es decir, una campaña dirigida a la comunidad. El otro ámbito es la formación de profesionales y la investigación, para ello se han fijado líneas orientativas que han originado el desarrollo de diversas investigaciones. Estas se llevan a cabo por equipos de profesionales ligados al ámbito universitario en distintos lugares de España: Barcelona, País Vasco, Madrid, Salamanca, entre otros.
Los objetivos se relacionan con las dificultades encontradas a la hora de la toma de decisiones cuando se produce un caso y los profesionales que intervienen tienen que evaluar qué es lo mejor para el niño. También se pretende la elaboración de registro de técnicas de seguimiento, así como la mejor formación del personal tanto para la detección como para la intervención en los distintos ámbitos. Otro gran campo para la prevención es él análisis de los factores de riesgo así como de aquellos factores que funcionan como protectores o atenuantes.
Hemos consultado a uno de los principales investigadores y pionero en el tema en España, Joaquín de Paul Ochotorena, de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco. Este plantea que en estos momentos la mayor dificultad se debe a la falta de registros continuados y con similares criterios de la historia del niño, que posibilite la toma de decisiones a la hora de intervenir. Son necesarios instrumentos que faciliten la valoración del posible riesgo que corre el menor y cuáles serían las consecuencias si permanece en su medio familiar o no. Esto es importante ya que un altísimo porcentaje de las situaciones de muerte por maltrato se producen en casos que ya habían sido detectados o tenían algún antecedente en este sentido. La preocupación de su equipo es crear un bagaje de instrumentos y técnicas que se adapten a nuestra realidad sociocultural, para lo cual también emprenden la validación para España de técnicas que se utilizan en otros países.
Este es un sintético panorama de la situación de los menores y de las actividades relacionadas con la problemática tanto de los malos tratos como de su protección. Nos queda claro, que los psicólogos tenemos mucho que decir al respecto, pero fundamentalmente tenemos mucha tarea por delante. Sólo si la comunidad en su conjunto tiene en claro las condiciones de óptimo desarrollo de los niños, sus necesidades y los efectos que las conductas de los adultos tienen sobre ellos, tanto positiva como negativamente, se podrá realmente afirmar que hemos contribuido a la prevención de los posibles daños y a optimizar su futuro crecimiento.